martes, 31 de marzo de 2015

PASTORAL: SANTO DEL DIA

                                                                  San Hugo,
                                                          Obispo
                                                      (año 1132)

San Hugo nació en Francia en el año 1052. Su padre Odilón, que se había casado dos veces, al quedar viudo por segunda vez se hizo monje cartujo y murió en el convento a la edad de cien años, teniendo el consuelo de que su hijo que ya era obispo, le aplicara los últimos sacramentos y le ayudara a bien morir.

A los 28 años nuestro santo ya era instruido en ciencias eclesiásticas y tan agradable en su trato y de tan excelente conducta que su obispo lo llevó como secretario a una reunión de obispos que se celebraba en Avignon en el año 1080 para tratar de poner remedio a los desórdenes que había en la diócesis de Grenoble. Allá en esa reunión o Sínodo, los obispos opinaron que el más adaptado para poner orden en Grenoble era el joven Hugo y le propusieron que se hiciera ordenar de sacerdote porque era un laico. El se oponía porque era muy tímido y porque se creía indigno, pero el Delegado del Sumo Pontífice logró convencerlo y le confirió la ordenación sacerdotal. Luego se lo llevó a Roma para que el Papa Gregorio VII lo ordenara de obispo.

En Roma el Pontífice lo recibió muy amablemente. Hugo le consultó acerca de las dos cosas que más le preocupaban: su timidez y convicción de que no era digno de ser obispo, y las tentaciones terribles de malos pensamientos que lo asaltaban muchas veces. El Pontífice lo animó diciéndole que "cuando Dios da un cargo o una responsabilidad, se compromete a darle a la persona las gracias o ayudas que necesita para lograr cumplir bien con esa obligación", y que los pensamientos aunque lleguen por montones a la cabeza, con tal de que no se consientan ni se dejen estar con gusto en nuestro cerebro, no son pecado ni quitan la amistad con Dios.

Gregorio VII ordenó de obispo al joven Hugo que sólo tenía 28 años, y lo envió a dirigir la diócesis de Grenoble, en Francia. Allá estará de obispo por 50 años, aunque renunciará el cargo ante 5 Pontífices, pero ninguno le aceptará la renuncia.

Al llegar a Grenoble encontró que la situación de su diócesis era desastrosa y quedó aterrado ante los desórdenes que allí se cometían. Los cargos eclesiásticos se concedían a quien pagaba más dinero (Simonía se llama este pecado). Los sacerdotes no se preocupaban por cumplir buen su celibato. Los laicos se habían apoderado de los bienes de la Iglesia. En el obispado no había ni siquiera con qué pagar a los empleados. Al pueblo no se le instruía casi en religión y la ignorancia era total.

Por varios años se dedicó a combatir valientemente todos estos abusos. Y aunque se echó en contra la enemistad de muchos que deseaban seguir por el camino de la maldad, sin embargo la mayoría acepto sus recomendaciones y el cambio fue total y admirable. El dedicaba largas horas a la oración y a la meditación y recorría su diócesis de parroquia en parroquia corrigiendo abusos y enseñando cómo obrar el bien.

Todos veían con admiración los cambios tan importantes en la ciudad, en los pueblos y en los campos desde que Hugo era obispo. El único que parecía no darse cuenta de todos estos éxitos era él mismo. Por eso, creyéndose un inepto y un inútil para este cargo, se fue a un convento a rezar y a hacer penitencia. Pero el Sumo Pontífice Gregorio VII, que lo necesitaba muchísimo para que le ayudara a volver más fervorosa a la gente, lo llamó paternalmente y lo hizo retornar otra vez a su diócesis a seguir siendo obispo. Al volver del convento parecía como Moisés cuando volvió del Monte Sinaí que llegaba lleno de resplandores. Las gentes notaron que ahora llegaba más santo, más elocuente predicador y más fervoroso en todo.

Un día llegó San Bruno con 6 amigos a pedirle a San Hugo que les concediera un sitio donde fundar un convento de gran rigidez, para los que quisieran hacerse santos a base de oración, silencio, ayunos, estudio y meditación. El santo obispo les dio un sitio llamado Cartuja, y allí en esas tierras desiertas y apartadas fue fundada la Orden de los Cartujos, donde el silencio es perpetuo (hablan el domingo de Pascua) y donde el ayuno, la mortificación y la oración llevan a sus religiosos a una gran santidad.

Se dice que al construir la casa para los Cartujos no se encontraba agua por ninguna parte. Y que San Hugo con una gran fe, recordando que cuando Moisés golpeó la roca, de ella brotó agua en abundancia, se dedicó a cavar el suelo con mucha fe y oración y obtuvo que brotara una fuente de agua que abasteció a todo el gran convento.

En adelante San Bruno fue el director espiritual del obispo Hugo, hasta el final de su vida. Y se cumplió lo que dice el Libro de los Proverbios: "Triunfa quien pide consejo a los sabios y acepta sus correcciones". A veces se retiraba de su diócesis para dedicarse en el convento a orar, a meditar y a hacer penitencia en medio de aquel gran silencio, donde según sus propias palabras "Nadie habla si no es para cosas extremadamente graves, y lo demás se lo comunican por señas, con una seriedad y un respeto tan grandes, que mueven a admiración". Para San Hugo sus días en la Cartuja eran como un oasis en medio del desierto de este mundo corrompido y corruptor, pero cuando ya llevaba varios días allí, su director San Bruno le avisaba que Dios lo quería al frente de su diócesis, y tenía que volverse otra vez a su ciudad.

Los sacerdotes más fervorosos y el pueblo humilde aceptaban con muy buena voluntad las órdenes y consejos del Santo obispo. Pero los relajados, y sobre todo muchos altos empleados del gobierno que sentían que con este Monseñor no tenían toda la libertad para pecar, se le opusieron fuertemente y se esforzaron por hacerlo sufrir todo lo que pudieron. 

El callaba y soportaba todo con paciencia por amor a Dios. Y a los sufrimientos que le proporcionaban los enemigos de la santidad se le unían las enfermedades. Trastornos gástricos que le producían dolores y le impedían digerir los alimentos. Un dolor de cabeza continuo por más de 40 años (que no lo sabían sino su médico y su director espiritual y que nadie podía sospechar porque su semblante era siempre alegre y de buen humor). Y el martirio de los malos pensamientos que como moscas inoportunas lo rodearon toda su vida haciéndolo sufrir muchísimo, pero sin lograr que los consintiera o los admitiera con gusto en su cerebro.

Varias veces fue a Roma a visitar al Papa y a rogarle que le quitara aquel oficio de obispo porque no se creía digno. Pero ni Gregorio VII, ni Urbano II, ni Pascual II, ni Inocencio II, quisieron aceptarle su renuncia porque sabían que era un gran apóstol y que si se creía indigno, ello se debía más a su humildad, que a que en realidad no estuviera cumpliendo bien sus oficios de obispo. Cuando ya muy anciano le pidió al Papa Honorio II que lo librara de aquel cargo porque estaba muy viejo, débil y enfermo, el Sumo Pontífice le respondió: "Prefiero de obispo a Hugo, viejo, débil y enfermo, antes que a otro que esté lleno de juventud y de salud".

Era un gran orador, y como rezaba mucho antes de predicar, sus sermones conmovían profundamente a sus oyentes. Era muy frecuente que en medio de sus sermones, grandes pecadores empezaran a llorar a grito entero y a suplicar a grandes voces que el Señor Dios les perdonara sus pecados. Sus sermones obtenían numerosas conversiones.

Tenía gran horror a la calumnia y a la murmuración. Cuando escuchaba hablar contra otros exclamaba asustado: "Yo creo que eso no es así". Y no aceptaba quejas contra nadie si no estaban muy bien comprobadas.

Una vez, cuando por un larguísimo verano hubo una enorme carestía y gran escasez de alimentos, vendió el cáliz de oro que tenía y todos los objetos de especial valor que había en su casa y con ese dinero compró alimentos para los pobres. Y muchos ricos siguieron su ejemplo y vendieron sus joyas y así lograron conseguir comida para la gente que se moría de hambre.

Al final de su vida la artritis le producía dolores inmensos y continuos pero nadie se daba cuenta de que estaba sufriendo, porque sabía colocar una muralla de sonrisas para que nadie supiera los dolores que estaba padeciendo por amor a Dios y salvación de las almas.
Un día al verlo llorar por sus pecados le dijo un hombre: "- Padre, ¿por qué llora, si jamás ha cometido un pecado deliberado y plenamente aceptado?- ". Y él le respondió: "El Señor Dios encuentra manchas hasta en sus propios ángeles. Y yo quiero decirle con el salmista: "Señor, perdóname aun de aquellos pecados de los cuales yo no me he dado cuenta y no recuerdo".

Poco antes de su muerte perdió la memoria y lo único que recordaba eran los Salmos y el Padrenuestro. Y pasaba sus días repitiendo salmos y rezando padresnuestros…

Murió cuando estaba para cumplir los 80 años, el 1 de abril de 1132. El Papa Inocencio II lo declaró santo, dos años después de su muerte.
   

MUSICA Riders on the Storm - The Doors HD

HISTORIAS DE LA HISTORIA




                                                                    Apolonio de Tiana

Apolonio nace en Tiana (ciudad de la Capadocia, actualmente llamada Kemerhisar, en Turquía, a 4 km al sudoeste de Bor), en los primeros años de la era cristiana. Su familia descendía de los fundadores de la ciudad. Desde temprana edad, destacó por su inteligencia, su sorprendente memoria, su gusto y facilidad por el estudio y su gran belleza. Se dice que fue un niño prodigio.
A la edad de catorce años fue llevado a estudiar con Eutidemo, profesor de retóricaen Tarso, pero, descontento con el estilo de vida de los habitantes del lugar, que consideraba burlones e insolentes, pidió a su padre que lo dejase ir a Aegæ, pequeña ciudad vecina donde había un templo dedicado al dios Esculapio.
A los 16 años abrazó la doctrina pitagórica. Dejó de comer carne, argumentando que “vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro”. El único alimento puro, decía, es aquel que proviene de la tierra: las frutas y verduras. Igualmente se abstuvo de tomar vino, pues consideraba esta bebida contraria al equilibrio del espíritu, entorpeciendo la parte superior del alma. Renunció a toda vestidura hecha de piel o pelo de animal, vistiéndose de lino. Iba descalzo (con sandalias de corteza), se dejó crecer el pelo y se fue a vivir al templo consagrado al dios Esculapio. 
Tras la muerte de su padre y al llegar a la mayoría de edad, Apolonio heredó una fortuna considerable a la que renunció, quedándose con lo estrictamente necesario para sus desplazamientos y alimentación. Repartió los bienes entre su hermano (un joven entregado a una vida disoluta) y algunos familiares, explicando que llevaría una vida de asceta y por tanto nunca formaría un hogar.
Su género de vida y su lenguaje sentencioso y oscuro hicieron tal impresión que no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Se dice que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto. EnHierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las costumbres, por ejemplo los sacrificios de animales para los dioses, y predicando la reforma de todos los abusos.
Quiso ser admitido en los misterios de Eleusis, mas fue tratado como un mago y se le prohibió la entrada en ellos. Este interdicto no le fue levantado sino cuando ya estaba en los últimos días de su vida. En Roma, a donde según su expresión había ido para ver "qué especie de animal era un tirano", condenó el uso de los baños públicos. También se dice que hizomilagros. Al pasar delante de él el féretro de una doncella de una familia consular, se acercó a ella, pronunció algunas palabras místicas y la doncella se levantó y se fue caminando hacia la casa de sus padres. Éstos le ofrecieron una crecida suma, pero él la aceptó sólo para dársela como dote a la doncella. Un día, encontró una multitud que aterrada miraba uneclipse de sol en medio de una fuerte tormenta. Apolonio miró al cielo y dijo en tono profético: "Algo grande sucederá y no sucederá". Tres días después cayó un rayo en el palacio de Nerón y derribó la copa que el Emperador se llevaba a los labios. El pueblo creyó ver en aquel incidente el cumplimiento de la profecía de Apolonio.
Vespasiano, que le había conocido en Alejandría, le miraba como hombre divino y le pedía consejo. Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué pensaba del Emperador: "Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse". El rey de Babilonia le pedía un medio de reinar con tranquilidad. Apolonio se limitó a contestarle: "Ten muchos amigos y pocos confidentes". Luego habiendo sorprendido a un esclavo eunuco con la concubina de dicho rey, el príncipe preguntó a Apolonio cómo castigaría al culpable. "Dejándole la vida"", contestó el filósofo. Y como el rey se mostraba sorprendido, añadió: "Si vive, su amor será el mayor de los suplicios".
En el reinado de Domiciano, Apolonio fue acusado de magia, encerrado en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas, y allí cargado de grillos y cadenas. Desterrado después por el mismo Emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Éfeso,Rodas y la isla de Creta pretenden poseer su tumba, y Tiana, que le dedicó un templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el derecho de elegir magistrados.
A estos aspectos de su biografía hay que añadir la singularidad de su muerte (al menos la consignada en Creta), en un templo custodiado por fieros perros que no le atacaron, puertas del templo que se abrieron solas ante él y un coro celestial que lo conminaba a subir, y el hecho singular de que después de su muerte se apareció a un discípulo que dudaba de la inmortalidad del alma. 
Lampridio asegura que el emperador Alejandro Severo tenía en su oratorio entre los retratos de JesúsAbraham y Orfeo, el de Apolonio; Vopisco, en su Vida de Aurelio, que hace de él grandes elogios, dice que debe honrársele como ser superior.
Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva aun entre los cristianos. Prueba de ello es que León, ministro del rey de los visigodos, invitó a Sidonio Apolinarobispo de Auvernia, a que le tradujera la vida del filósofo escrita por Filóstrato. El obispo escogió el ejemplar más correcto y sobre él hizo su traducción que remitió al ministro con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo; diciendo que para ser perfecto sólo le faltaba haber sido cristiano. Al parecer, el descrédito otorgado a él fue causado por sus mismos discípulos que, queriendo realzar el mérito de su maestro, le han presentado como un impostor atribuyéndole milagros y profecías que le colocan a la altura de los embaucadores vulgares. 

Rohan Kriwaczek - Sombre Coquetry of Death

lunes, 30 de marzo de 2015

PASTORAL: SANTO DEL DIA





SAN BENJAMÍN
              Mártir


El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.

Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero obtuvo su libertad gracias al embajador del Constantinopla y prometiendo bajo su responsabilidad que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión. Sin embargo, Benjamín declaró que él no podía cumplir tal condición y, no perdió la oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehendido y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego decapitado.

MUSICA MIGUEL ACEVES MEJIA **** ENTRE COPA Y COPA ( 1ª grabación)

domingo, 29 de marzo de 2015

HISTORIAS DE LA HISTORIA - PRINCESA KA'IULANI



 Victoria Kaʻiulani nació en Honolulu. Descendía del Gran Jefe Kepoʻokalanide Kauaʻi, primo hermano de Kamehameha El Grande por vía materna. El padre de Kaʻiulani era un financiero escocés de Edimburgo, antiguo gobernador real de Oʻahu, El Honorable Archibald Scott Cleghorn. A Kaʻiulani la llamaron Victoria por la Reina Victoria del Reino Unido, cuya ayuda devolvió la soberanía e independencia al Reino de Hawái durante el reinado de Kamehameha III. La traducción del idioma hawaiano del nombre Kaʻiulani es "el punto más alto del cielo". Al nacer, Kaʻiulani recibió como regalo la finca de ʻĀinahau en Waikīkī por parte de su madrina, la Princesa Ruth Keʻelikōlani, a quien ella llamaba Mama Nui o Tía Ruth. Su bautismo se celebró el día de Navidad de 1875. Kaʻiulani se convirtió en la Señora de ʻĀinahau a la edad de 12 años, tras morir su madre, la Princesa Miriam Kapili Kekāuluohi Likelike de Hawái (hermana de David Kalākaua y Lydia Liliʻuokalani).
En 1881, el Rey David Kalākaua intentó concertar el matrimonio de Kaʻiulani y el Príncipe Komatsu Akihito de Japón, con la esperanza de crear una alianza entre Japón y el Reino de Hawái. Sin embargo, el príncipe estaba comprometido previamente con una joven de la nobleza japonesa, Arima Yoriko.
Puesto que la Princesa Kaʻiulani era segunda en la línea de sucesión después de su tía, mayor y sin hijos, era previsible que algún día la joven sería reina. El rey Kalākaua, la Reina Kapiʻolani, Cleghorn y la princesa hablaron de esta cuestión y se decidió que sería conveniente que la joven princesa recibiera una educación británica, después de terminar su estudios primarios en la Royal School de Honolulu. En 1889, a la edad de 13 años, Kaʻiulani marchó a NorthamptonshireInglaterra para ser educada en la institución privada de Great Harrowden, Great Harrowden Hall. Allí destacó en sus estudios de latínliteraturamatemáticas e historia. Siguió con su formación en Inglaterra durante cuatro años, a pesar de que primeramente se dijo que sólo lo haría durante uno. Sus supervisores de Hawái habían planeado que hiciera un viaje por Europa, preparando incluso una audiencia con la Reina Victoria del Reino Unido, pero finalmente todo se canceló y partió hacia Nueva York. Allí dio varios discursos e hizo apariciones públicas denunciando la anexión de su país. Posteriormente se trasladó a Washington D.C., pero ninguna de sus negociaciones dieron frutos. El país fue anexionado.
En su ausencia, se produjeron muchos enfrentamientos en Hawái. El rey Kalākaua falleció en 1891 y la Princesa Lydia Liliʻuokalani se convirtió en reina. Liliʻuokalani designó inmediatamente a Kaʻiulani como su sucesora, siendo Kaʻiulani la Princesa Heredera desde el 9 de marzo.
En 1893, se produjo el derrocamiento de la monarquía hawaiana. Las noticias llegaron a Kaʻiulani el 30 de enero de 1893 mediante un breve telegrama que decía: "'Reina depuesta', 'Monarquía abolida', 'Den la noticia a la Princesa'".
Kaʻiulani decidió actuar y viajar a los Estados Unidos al mes siguiente. Se desplazó a la ciudad de Nueva York y a Boston, donde asistió a numerosas conferencias de prensa y banquetes. Después partió a Washington D.C. donde se entrevistó con el presidente Grover Cleveland y su esposa en la Casa Blanca. Causó buena impresión y Cleveland prometió apoyar su causa. Kaʻiulani se sintió satisfecha pensando que algo saldría de ello y regresó a Inglaterra. Sin embargo, cuando Cleveland planteó el caso de Kaʻiulani al Congreso, el Senado de Estados Unidos se negó a ayudar. La situación en Hawái no mejoró y la impaciencia de Kaʻiulani era cada vez mayor. En los años siguientes, Kaʻiulani permaneció en Europa. Allí, en 1894 le llegó la noticia de que su amigo de la infancia, el famoso autor, Robert Louis Stevenson, había fallecido y que Hawái había pasado a ser una república.
Poco a poco, su salud fue empeorando, aún más cuando se enteró de la muerte de su hermanastra, Annie Pauai Cleghorn, en 1897, así como su tutor en Inglaterra, el Sr. Theophilus Harris Davies.
Kaʻiulani regresó a Hawái en 1897. Su salud no se benefició en absoluto de regresar a un clima más cálido, puesto que había pasado más de siete años en Europa. Su estado siguió empeorando mientras luchaba por volver a aclimatarse al tiempo subtropical de las islas Hawái. A pesar de todo, continuó con sus apariciones públicas a instancias de su padre.
Kaʻiulani era famosa por el cariño que sentía por los pavos reales, que vivían en su propiedad. Por este motivo, otro nombre con el que se la conoce es el de la "Princesa Pavo Real." Se dice que cuando murió sus pavos reales gritaron durante horas, de tal modo que Archibald Cleghorn tuvo que sacrificarlos.
En 1898, mientras paseaba a caballo por las montañas de la Isla de Hawái, le pilló una tormenta que le provocó fiebre. Kaʻiulani fue trasladada de vuelta a Oʻahu donde su salud siguió deteriorándose. Falleció el 6 de marzo de 1899 a los 23 años.
Algunos nativos hawaianos creen que Kaʻiulani murió porque se le rompió el corazón, tras haber sufrido muchas pérdidas a lo largo de su vida.
Su padre dijo que pensaba que puesto que su Hawaiʻi Nei (querido Hawái) se había ido, lo propio era que Kaʻiulani también se fuera.

MUSICA "La Passerella di Otto e Mezzo" di Nino Rota

El Museo más Grande del Mundo está vivo: Castilla y León

PASTORAL: SANTO DEL DIA

   




          SAN ZÓSIMO
    Obispo de Siracusa


S. ZOSIMO (417-418) Griego. Fue elegido por señalación de Inocencio. Su pontificado fue breve y atormentado, debido a la herejía pelagiana que había seguido difunidiéndose.

Este papa pecó de ingenuidad, rehabilitando una primera vez al pelagiano Celestio, que había sido condenado por S. Agustín y por los obispos africanos en el concilio de Cartago. Se mantuvo firme en su posición hasta que un nuevo concilio decretó la misma condena.

Ahí Zósimo, con una carta llamada "Tractoria" tomó una postura, condenó el pelagianismo, y defino el dogma del pecado original, indicando en la gracia divina el único medio para la salvación espiritual.

Otra equivocación la cometió cuando estableció que los sacerdotes y los diáconos excomulgados por los obispos africanos podían acudir a Roma o bien a las iglesias cercanas para ser juzgados y rehabilitados. Una disposición que fue considerada una indebida ingerencia en campo disciplinario. No hubo secuelas, gracias a la actitud conciliadora de los obispos africanos que no levantaron ningún problema.

Su cuerpo es conservado en la iglesia romana de S. Lorenzo Extramuros.

MUSICA Maneras de vivir. Leño. Rosendo Mercado.

sábado, 28 de marzo de 2015

POEMAS



Razón de vida

¿Qué razón tiene la vida?
si la vives sin vivir,
cual lo mismo con la muerte...
si estás muerto, sin morir.

El vivir no es simplemente
el gozar de los sentidos,
es más bien gozar lo simple...
y sentirte complacido.

¡Qué agraciado es el hombre!
que posee todos los bienes,
pues su vida no es tan dura...
como aquel, que no los tiene.

Cada cual tuvo en su vida
la razón de su vivir;
mientras de uno fue tranquila,
la del otro... Fue sufrir.

Tal vez uno fue letrado
y ordenado en su conciencia;
más el otro, a saber...
alejado de las ciencias.

Van los dos por este mundo,
cada cual a su manera;
uno derrochando lujos...
y otro pobre, aunque no quiera.

Pero puede ser inverso
el destino de las vidas;
el que ayer tuvo a raudales,
hoy recuerda... Hoy suspira.

Más al fin de los senderos
ambos vuelven a encontrarse;
el burgués en cofre de oro...
y el humilde, sin taparse.

¡Qué razón tiene la vida!
si la vives sin vivir,
lo mejor es no quejarse...
y luchar por existir.


Poema que refiere que el sendero de la vida a la larga, termina igual para todos.

PASTORAL: SANTO DEL DIA



SANTOS JONAS Y BARAQUICIO
                           Mártires   

Sapor, rey de Persia, emprendió una recia persecución contra los cristianos. Jonás y Barraquicio, dos monjes de Beth-Iasa, sabiendo que varios cristianos estaban sentenciados a muerte fueron a alentarlos y servirlos. 

Después de la ejecución, los dos santos fueron aprehendidos por haber exhortado los mártires a perseverar hasta morir.

El rey empezó instando a los dos hermanos y urgiéndoles a que obedecieran al monarca persa y que adoraran al sol. Ellos se mantuvieron fieles en su fe a Cristo, por lo que Barraquicio fue arrojado a un estrecho calabazo, mientras que Jonás se le ordenó a adorar a los dioses, pero ante su negativa fue azotado y arrojado a un estanque de agua helada. 

Posteriormente, Jonás fue atormentado con muchas torturas, para después ser prensado en un molino de madera hasta provocarle la muerte. Los jueces le aconsejaron a Barraquicio que salvara su propio cuerpo, pero el santo jamás renegó su fe; fue entonces sujeto de nuevo a tormentos y finalmente se le dio muerte, vertiéndoles pez y azufre ardientes en la boca

MUSICA Para la libertad Miguel Hernandez Joan manuel serrat

El Cofre de los Sueños: Historia de Grecia V: La época clásica I

El Cofre de los Sueños: Historia de Grecia V: La época clásica I: La madurez política e histórica de Grecia se produjo en el siglo V a.C. Es marcada por el dominio de Atenas y su lucha por intentar dominar ...

MUSICA Anton Rubinstein - Piano Concerto No. 4 (1864)

MITOS Y LEYENDAS





La leyenda de Ichilok, el cuarto Rey Mago


Érase una vez una historia que se hizo célebre. Es la historia de un niño llamado Jesús que nació en un establo en Belén. Se cuenta que, en el momento de su nacimiento, una estrella se iluminó en el cielo y que tres reyes –Melchor, Gaspar y Baltasar– vieron esa señal.
Los Reyes Magos se pusieron en marcha, guiados por la Estrella, y llegaron, montados en camellos, con las manos llenas de los regalos más preciosos para el Niño Jesús. Pero se cuenta también que lejos, muy lejos de Belén, vivía un cuarto Rey Mago.
Se llamaba Ichilok y tenía la piel roja, pues era un viejo indio de América.
Aunque su país sea todavía desconocido al otro lado de la Tierra, Ichilok también leía en el cielo, también él vio la Estrella, también él supo que tenía que seguirla.
Así pues, hizo el equipaje y se llevó todo lo que encontró de más valor para regalar: escogió unas plumas con reflejos de arco iris, dos magníficos cristales verdes llamados esmeraldas, dos grandes pepitas de oro, preciosas, un cuenco de agua de manantial de una pureza extraordinaria, un espejo de plata… A estos tesoros, añadió, porque la encontraba muy bella, una sencilla rama adornada con una asombrosa pina de color dorado.
-- ¡Qué extraños regalos vas a ofrecer! —le dijo su amigo Patchlok, prendido—. ¿Acaso no mezclas objetos preciosos y objetos muy sencillos?
—Amigo —respondió Ichilok—, nuestros antepasados nos enseñaron que las cosas más simples son a veces las más preciosas. ¿Lo habías olvidado? Y ahora, debo irme. Hasta pronto.
—¡Ichilok, ese viaje va a ser largo y difícil! —le dijo Patchlok en voz alta—. Deja que te acompañe.
Pero Ichilok fue inflexible: pensaba ir solo, y dejarse guiar por la Estrella.
El anciano se puso en marcha hacia Oriente. Se fue contento, con paso ligero, llena de canciones la cabeza; y empezó a descender la montaña. Con la alegría, no distinguió al puma que le seguía discretamente. Ágil y silencioso, el animal espiaba el menor de sus gestos.
Cuando Ichilok se hubo alejado de las últimas casas, el puma se abalanzó sobre él y le clavó las garras. En estado de choc, el hombre lanzó un grito y cayó al suelo. El felino rugió:
—No te muevas, hombre, o te mato inmediatamente. Estás muy delgado, pero mis hijos tienen hambre y mi compañera no puede alimentarlos…
—¿Por qué no puede alimentarlos tu compañera? —preguntó tranquilamente Ichilok desempolvándose el abrigo.
—¡Ay! —respondió con tristeza el puma—, ya no puede cazar porque no ve. Unos cazadores intentaron matarla y la hirieron en los ojos. Ocurrió hace tres días. Por esto no tengo alternativa, vas a servir de comida a nuestros hijos.
—¡Eh, no tan rápido! —protestó Ichilok—. Yo no he hecho nada. Y, además, cuando me hayáis comido, ¿qué os va a quedar? ¿Cómo vas a alimentar a tus pequeños?
El puma no supo qué responder. Ichilok se levantó majestuosamente:
—Yo soy un Rey Mago —dijo con soberbia—. Y quien dice mago, dice algo mágico. Llévame inmediatamente a donde está tu compañera y veré qué puedo hacer.
El felino condujo a Ichilok hasta su guarida. Allí, los tres cachorros jugaban alrededor de su madre. Ichilok se inclinó sobre ella y delicadamente examinó sus ojos inyectados de sangre. La compañera del puma permitió que la observara.
—Creo que tengo lo que necesitas para curarte —dijo Ichilok suspirando, mientras se enderezaba—, pero en el tiempo que tarde en curarte, el niño que voy a ver ya habrá crecido.
El hombre reflexionó un momento y añadió:
—Aunque no pienso dejarte así.
Hurgó en su bolsa, suspiró de nuevo, y cogió las dos esmeraldas que pensaba regalar al niño.
—Soy mago, confía en mí —dijo al puma.
Y, como por arte de magia, sustituyó los dos ojos heridos por las dos piedras preciosas.
—Soy mago, ¡mírame!
La compañera del puma lo miró con sus dos pupilas sorprendentemente verdes: volvía a ver perfectamente. El mago le había ofrecido el más precioso de los regalos.
Satisfecho, Ichilok emprendió de nuevo la marcha hacia Oriente. Le quedaban todavía las plumas con reflejos de arco iris, dos bellas y grandes pepitas de oro, un cuenco de agua de fuente de una pureza extraordinaria, un espejo de plata… y, porque la consideraba bonita, una sencilla rama adornada con una sorprendente pina dorada.
Su trayecto le condujo a través de la selva virgen. El anciano cantaba en honor del niño que iba a visitar, y no se dio cuenta de que un loro le seguía con un aire triste.
Al caer la noche, Ichilok se detuvo para encender una hoguera. El loro se colgó de una rama y también él se puso a cantar la canción del indio.
—Cantas bien, pero ¿por qué estás tan triste? —le preguntó el mago levantando la cabeza.
—Mírame, ¿no ves que soy feo y desplumado? ¿Cómo puedo atreverme a presentarme ante los demás, yo que antes era tan bello?
—¿Qué te ha ocurrido? —le preguntó Ichilok.
—Yo era bello y estaba tan orgulloso de mi plumaje multicolor que fui a cantar cerca del pueblo. Allí, los niños me cazaron y me arrancaron las plumas. Finalmente, conseguí escapar, pero mírame ahora, estoy prácticamente desnudo.
—Creo que tengo lo que necesitas —dijo Ichilok suspirando—, pero en el tiempo que tarde en curarte, el niño que debo ir a ver ya habrá crecido.
El hombre reflexionó un momento, y luego añadió:
—De todas formas, no voy a dejarte así.
Buscó en su saco, suspiró una vez más, y cogió las plumas con reflejos de arco iris que pensaba regalar al niño.
—Soy mago, confía en mí —dijo al loro.
Y, como por arte de magia, sustituyó las que le faltaban por las magníficas plumas que había sacado de su saco. —Soy mago, ¡vuela!
El loro revoleteó alrededor de Ichilok cantando alegremente, y dio las gracias al indio por el maravilloso regalo que acababa de hacerle.
Satisfecho, Ichilok reemprendió su ruta hacia Oriente. Todavía le quedaban para regalar dos bellas y grandes pepitas de oro, un cuenco de agua de fuente de una pureza extraordinaria, un espejo de plata… y, ya que la encontraba bonita, una sencilla rama con una extraña pina de color dorado.
El anciano llegó a orillas del mar. Allí, se encontró con un marino que aceptó llevarle lejos, hacia Oriente, donde encontraría al niño al que quería dar sus regalos. Ichilok subió al barco sin fijarse en un hombre que se había deslizado furtivamente bajo su cama.
Unas horas más tarde, Ichilok oyó unos gemidos y descubrió a un hombre que temblaba de miedo.
—¿Quién eres y qué haces aquí? —preguntó con calma el mago.
—Me escondo, porque si me encuentran ¡me matarán! No diga que estoy aquí, por favor —le suplicó el hombre antes de desvanecerse.
Ichilok movió la cabeza.
—Sin duda, el pobre no debe de haber bebido nada desde que partió. Creo que tengo lo que necesita —suspiró, pero en el tiempo que tarde en curarle, el niño que debo ir a ver ya habrá crecido.
Ichilok reflexionó un momento y añadió:
—¡Vamos! No voy a dejarlo así.
Hurgó en su bolsa, suspiró una vez más y sacó el cuenco de agua de manantial de una pureza extraordinaria que pretendía regalar al niño.
—Soy mago, confía en mí —dijo al hombre, ayudándole a beber.
Y algunas gotas del agua maravillosa fluyeron hasta su garganta.
—Soy mago, ¡despierta!
Y, como por arte de magia, el hombre recobró el sentido y dio las gracias a Ichilok por su gran generosidad.
Cuando atracaron, Ichilok, satisfecho, siguió su ruta hacia Oriente. Le quedaban todavía para regalar dos bellas y grandes pepitas de oro, un espejo de plata… y, porque la encontraba muy bonita, una simple rama adornada con una extraña pina dorada.
Ichilok atravesó ciudades, pueblos, desiertos, montañas. En un pueblo, vio a una anciana que lloraba en el umbral de su puerta.
—¿Qué te ocurre, mujer, por qué lloras así?
—¡Ay! —exclamó ella—. Soy tan vieja que no me atrevo a mirarme al espejo de lo fea que soy.
—Tu espíritu es tranquilo y honesto; eres buena y generosa. Ahí reside la verdadera belleza —le dijo Ichilok para tranquilizarla.
—¿Por qué estás seguro de lo que dices? Esta belleza no se ve —respondió la anciana.
Ichilok sonrió.
—Creo que tengo lo que necesitas —dijo suspirando—, pero en el tiempo que tarde en ocuparme de ti, el niño que tengo que ir a ver ya habrá crecido.
El hombre reflexionó un momento, y añadió:
—Pero no voy a dejarte así.
Buscó en su saco, suspiró una vez más y extrajo el espejo de plata que pensaba regalar al niño.
—Soy mago, ten confianza en mí —dijo a la mujer.
Y le dio el espejo de plata.
—¡Mira la belleza de tu corazón!
La mujer cogió el espejo y, como por arte de magia, se vio hermosa. Dio las gracias a Ichilok con expresividad.
En aquel mismo instante, se oyeron unos gritos. Eran de una niña que era arrastrada por dos hombres y que se resistía.
—¡Soltadme! ¡Soltadme! —suplicaba.
—¿Qué ha hecho? —preguntó Ichilok a los dos hombres.
—La bribona nos ha robado pan, ¡he aquí lo que ha hecho! —gritó uno de ellos—. ¡Prisión para la ladrona!
Ichilok sonrió pacientemente.
—No hay duda de que la pobre pequeña tenía hambre. Creo que tengo lo que necesita —suspiró—, pero en el tiempo que tarde en ocuparme de ella, el niño que voy a ver ya habrá crecido.
El anciano indio reflexionó un momento y añadió:
—Pero no voy a dejarla así.
Hurgó en su saco, suspiró una vez más, y sacó de él las dos bellas y grandes pepitas de oro que pensaba regalar al niño.
—Soy mago, con esto os devuelvo lo que esta pequeña os ha quitado para comer —dijo a los hombres, que se marcharon satisfechos de haber sido recompensados con creces por su pan.
Y la pequeña quedó en libertad. Ichilok le dijo:
—Soy mago. Llévame al establo donde el niño espera mis regalos. Ay, no me queda más que una sencilla rama adornada con una extraña pina de color dorado. Pero al menos voy a ofrecerle este regalo.
Y contó su viaje a la anciana y a la pequeña.
—Conozco al niño al que te refieres —le dijo la mujer—. Este niño ha crecido, su familia y él se fueron hace ya unos años. Has hecho un largo viaje, tu barba es ahora larga y blanca. Pero no has recorrido el camino en vano: ¡Fíjate en la cantidad de regalos maravillosos que has ofrecido, fíjate en lo felices que les has hecho! Sigue, Ichilok, sigue. Ve a dar lo que tienes a los que lo necesitan. Y quien sabe si dando regalos a todos los niños de la Tierra, un día encontrarás al niño que estás buscando…
Enriquecido con la sabiduría de la mujer, Ichilok regresó a su país. Allí vio que la gente pasaba hambre. Suspiró y sonriendo, dijo:
—Creo que tengo lo que necesitan. ¡No puedo dejarlos así!
Buscó en su saco, suspiró una vez más, y extrajo una rama adornada con una extraña pina de color dorado que pensaba regalar al niño.
—Soy mago; he aquí con qué alimentar a los que tienen hambre.
Plantó la extraña pina dorada con una forma absolutamente perfecta, y desde entonces, cada año, crece maíz y da a los hombres sus espigas doradas y les protege del hambre.
Pero el viejo indio de la barba blanca no se detuvo ahí… Cada año, en Navidad, cuando todos celebran el nacimiento del Niño Jesús y el viaje de los Reyes Magos, Ichilok, el cuarto Rey Mago, sigue discretamente dando regalos a quienes los necesitan.

viernes, 27 de marzo de 2015

PASTORAL: SANTO DEL DIA




 Beato Enrique Susso
               Religioso


Fue un prodigio de santidad en un ambiente muy corrompido. Nació en 1296 en Suabia, Alemania.

A los 15 años fue admitido como religioso en el convento de los Padres Dominicos en Constanza. Su apellido era Von Berg, pero como su padre era descuidado borrachín y en cambio la mamá era una santa, el joven tomó el apellido materno que era Susso.

En la comunidad encontró como profesor un místico muy famoso que influyó en él de manera inmensa. Era el Padre Eckart, cuyos consejos seguían muchas personas con gran entusiasmo. Enrique decía: "El Padre Eckart demuestra tan gran sabiduría que parece como si Dios no le hubiera ocultado nada".

Los datos que vamos a narrar enseguida están extraídos de la "Autobiografía" del propio Enrique Susso.

Los primeros años de religioso no fue muy fervoroso, pero luego un día empezó a oír continuamente este mandato: "Renuncie a todo lo que no lo ayude a conseguir la santidad". Y se repetía tan frecuentemente este mandato en su mente que se propuso empezar una vida espiritual verdaderamente seria.

El demonio intentó disuadirlo y desanimarlo con consideraciones de prudencia humana, haciéndole ver que esa conversión era demasiado rápida y que no sería capaz de perseverar en el bien. El se dedicó a pedir a Dios la sabiduría celestial. Y repetía las palabras del libro de la Sabiduría: "Señor, envíame la sabiduría que procede de tu trono. Tú sabes que soy muy joven, sin experiencia y de pocos años. Pero si Tú me mandas la sabiduría podré perseverar". Y pedía al Espíritu Santo el don de Consejo y la virtud de la prudencia, y así logro perseverar. En adelante durante toda su vida será un admirador constante de la Sabiduría Eterna, y recomendará a sus discípulos el pedir mucho a Dios el don de la sabiduría. Y les repetía las palabras del Libro Santo: "Sabiendo que no tendría la sabiduría si Dios no me la concedía, me dediqué a pedirla en oración, y me fue concedida".

Su amor a la Virgen María era inmenso y predicaba constantemente su devoción.

Publicó el libro titulado "Sabiduría Eterna", el cual fue sumamente famoso y muy popular por varios siglos.

Al principio de su conversión, creyó Enrique que debía dedicarse a mortificaciones muy fuertes y así lo hizo. Sus ayunos, vigilias, azotes y demás penitencias llegaron a causar asombro y casi acaban con su vida. Pero según cuenta en su "Autobiografía", una iluminación del cielo le comunicó que en vez de estas mortificaciones buscadas por él, debía más bien dedicarse a aceptar con buena voluntad los sufrimientos que Dios iba a permitir que le llegaran. Y fue entonces cuando empezaron a llegarle penas tremendas.

Los enemigos del alma trataban de atacarle de mil maneras. Le llegaban los pensamientos más impuros y las imaginaciones más indecentes. Y una melancolía o sentimiento continuo de tristeza que trataba de desanimarlo del todo. Y luego las tentaciones contra la fe. Y como si no bastara todo esto, le llegó la convicción de que él estaba destinado a condenarse para siempre.

Afortunadamente había tenido un buen profesor y se fue en busca del sabio Padre Eckart y le contó todo. "El famoso místico me consoló y logró sacarme de aquel infierno en el cual estaba viviendo". Y volvió a su alma la paz. Una vez más se cumplía lo que dice el Libro de los Proverbios: "Triunfarán los que saben pedir consejos". Pero ahora le iba a llegar un tercer tormento.

Una voz interior le dijo: "Hasta ahora has sufrido ataques venidos del interior. Ahora empezarán los ataques que llegan desde el exterior". Y así sucedió. Pronto empezó a experimentar la ingratitud y la pérdida de los amigos y de la buena fama. Sus paisanos se dividían en dos clases: los fervorosos y los relajados. Los fervorosos querían que se cumpliera exactamente los deberes de piedad. Entre ellos estaban Enrique Susso, su profesor Eckart y el gran predicador Taulero. Pero los otros eran mayoría y empezaron a perseguir a Susso

Durante 37 años había recorrido campos y ciudades predicando. Había obtenido curaciones milagrosas. En pleno sermón vieron su rostro rodeado de resplandores. Pero insistía muy fuertemente en que había que dedicarse con toda seriedad a la santidad, y esto no agradaba a los relajados. Y entonces se valieron de la calumnia.


Se valieron de un muchacho mentiroso para inventar que él había cometido sacrilegios. Logró comprobar que era inocente. Luego inventaron que Enrique había tratado de envenenar a una persona. Pronto se supo que eso era mentira. Lo acusaron de haber inventado un milagro, pero los mentirosos quedaron al descubierto. Fueron tantas las acusaciones que tuvo que huir por un tiempo a Holanda. Allá lo acusaron de haber escrito herejías contra la fe. El logró probar que todo lo que había escrito estaba de acuerdo con nuestra santa religión.

Luego le llegó otro sufrimiento: su hermana, que era religiosa, perdió el fervor y se retiró de su comunidad. Enrique ofreció por ella una grave enfermedad que él tuvo que sufrir, y con este sufrimiento logró que la prófuga volviera otra vez al convento donde pasó santamente sus últimos años.

Enrique estaba dirigiendo espiritualmente a una mujer que lo engañaba diciéndole que ella se estaba convirtiendo de su mala vida. Pero cuando el santo sacerdote se dio cuenta de que aquella mujer le mentía, se negó a seguirle dando dirección espiritual. Entonces ella en venganza inventó el cuento de que él era el padre de una criatura que ella tenía. Y algunos hasta creyeron porque el religioso demostraba mucha caridad para con el pobre niño. 

Entonces el Superior General de la Comunidad mandó hacer una severa investigación y se supo que todo eran cuentos de aquella perversa mujer.

Fue nombrado Enrique como superior de un convento de Padres Dominicos y aquel convento estaba terriblemente endeudado. El nuevo superior en vez de dedicarse a pedir limosnas o a conseguir empréstitos lo que hizo fue recomendar a sus religiosos que se dedicaran a celebrar con mayor fervor la santa misa y a rezar con mayor fe y devoción. 

Muchos se burlaban de él diciendo que era un hombre que no ponía los pies en la tierra y que se imaginaba que con rezos se pagaban las deudas. Pero poco después un hombre rico sintió una inspiración interior de que debía ayudar a aquel convento y llegó con veinte libras de monedas de plata y con esto se pagaron todas las deudas.

Los últimos años los pasó el Padre Enrique dedicado a dar dirección espiritual a las religiosas, especialmente a las dominicas, las cuales lo consideraban un verdadero hombre de Dios y un guía espiritual sumamente acertado.

Le ofrecieron altos puestos pero una iluminación interior le dijo que si quería llegar a altos puestos en la santidad tenía que huir de los cargos que producen muchos honores. Y por eso se mantuvo siempre entre los más humildes y desconocidos aunque su sabiduría y sus escritos y su santidad lo hacían resplandecer ante muchísimas gentes piadosas que lo admiraban fervorosamente.

Murió en 1365, y dicen que su cuerpo permaneció muchos años incorrupto. Pero después el templo donde estaba enterrado pasó a poder de los protestantes y no se volvió a saber de sus restos.