martes, 24 de marzo de 2015

DESDE MI CALLE


AGUAFIESTAS


En cualquier ámbito de la vida encontramos personas de todo pelaje y condición: trabajadoras, humildes, soberbias, prepotentes, conciliadoras, arrogantes, chulescas, introvertidas, amables, divertidas, aburridas, envidiosas, lisonjeras, amenas... El listado es tan amplio que se podría llenar páginas y páginas,  simplemente escribiendo decenas de nombres más para resumir lo que somos o podemos llegar a ser cada uno de nosotros; no obstante, me centraré en los cenizos, esas personas que, según el diccionario de la Real Academia Española, son aguafiestas, es decir, que tienen mala sombra o que la traen a los demás. También se les suele decir a los cenizos "gafes", esto es, que traen mala suerte. Y aquí viene lo gracioso: algunos justifican su mala suerte diciendo que es una cualidad intrínseca sobre la que no hay control. 

Hasta aquí nada de particular si no fuera porque de un tiempo a esta parte se observa un incremento significativo de un tipo de cenizos muy peligrosos para la sociedad: los que intencionadamente buscan el fracaso o la mala suerte de los demás. ¿Cómo lo hacen? Torpedeando proyectos, ideas o iniciativas que tratan de dar nuevas respuestas a viejos problemas. Estas personas son muy dañinas en cualquier ámbito, organización e institución social. Abundan en los departamentos de recursos humanos de las grandes corporaciones, en los órganos de dirección de las organizaciones empresariales o sindicales, en los consejos de participación de las organizaciones no gubernamentales, en los partidos políticos (sobre todo), etc. ... 

Identificar a un cenizo en cualquier organización social, sea grande, mediana o pequeña, es relativamente sencillo: siempre ponen pegas a todo, remarcando sobre todo los problemas y los inconvenientes de una acción y nunca las posibilidades que brindan los nuevos retos o las nuevas circunstancias que deben afrontarse. Lo peor, sin embargo, es que a veces los cenizos actúan con muy mala leche, por la espalda, sin dar la cara, y tratan de frenar los posibles éxitos colectivos o de los demás simplemente por una cuestión de ego personal. Todos conocemos a personas que emplean estas maneras de ser y de actuar en el ámbito laboral o en otro tipo de circunstancias. Estas personas son un freno para el avance de las organizaciones y, por consiguiente, para el crecimiento personal y colectivo. Dado que sus maneras y procedimientos son contagiosos, conviene apartarlas cuanto antes de uno mismo. Pero lo más triste es que, aparte del ego personal que rezuman, los cenizos son aburridos, muy aburridos. Y el aburrimiento, en cualquier ámbito de la vida, sale caro.

DESDE MI CALLE, que sigue siendo, a pesar de todo, la calle en que nos encontramos todos.

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