viernes, 29 de mayo de 2015

NARRACIONES . FEDERICO GARCIA LORCA



 



DEGOLLACION DE LOS INOCENTES






Tris tras. Zig zag, rig rag, milg malg. La piel
era tan tierna que salía íntegra. Niños y
nueces recién cuajados.

Los guerreros tenían raíces milenarias y el
cielo cabelleras mecidas por el aliento de los
anfibios. Era preciso cerrar las puertas.
Pepito. Manolito. Enriquito. Eduardito.
Jaimito. Emilito.

Cuando se vuelvan locas las madres
querrán construir una fábrica de sombreros
de pórfido, pero no podrán nunca con esta
crueldad atenuar la ternura de sus pechos
derramados.

Se arrollaban las alfombras. El aguijón de la
abeja hacía posible el manejo de la espada.

Era necesario el crujir de huesos Y el
romper las presas de los ríos. Una jofaina y
basta. Pero una jofaina que no se asuste del
chorro interminable, que ha de sonar

durante tres días

Subían a las torres y descendían hasta las
caracolas. Una luz de clínica venció al fin a
la luz untosa del hospital. Ya era posible
operar con todas garantías. Yodoformo y
violeta, algodón y plata de otro mundo.
¡Vayan entrando! Hay personas que se
arrojan desde las torres a los patios y otras
desesperadas que se clavan tachuelas en
las rodillas. La luz de la mañana era cortante
y el viento aceitoso hacía posible la herida
menos esperada.

Jorgito. Alvarito. Guillermito. Leopoldito.
Julito. Joseíto. Luisito. Inocentes. El acero
necesita calores para crear las nebulosas y
¡vamos a la hoja incansable! Es mejor ser
medusa y flotar, que ser niño. ¡Alegrísima
degollación! Función lógica de la sangre sin
luz que sangra sus paredes. Venían por las
calles más alejadas. Cada perro llevaba un
piececito en la boca. El pianista loco recogía
uñas rosadas para construir un piano sin
emoción y los rebaños balaban con los
cuellos partidos.

Es necesario tener doscientos hijos y
entregarlos a la degollación. Solamente de
esta manera sería posible la autonomía del
lirio silvestre.

¡Venid! ¡Venid! Aquí está mi hijo tiernísimo,
mi hijo de cuello fácil. En el rellano de la

escalera lo degollarás fácilmente.

Dicen que es está inventando la navaja
eléctrica para reanimar la operación.

¿Os acordáis del ruiseñor con las dos
patitas rotas? Estaba entre los insectos,
creadores de los estremecimientos y de las
salivillas. Puntas de aguja. Y rayas de araña
sobre las constelaciones. Da verdadera risa
pensar en lo fría que está el agua. Agua fría
por las arenas, cielos fríos y lomos de
caimanes. Aquí en las calles corre lo más
escondido, lo más gustoso, lo que tiñe los
dientes y pone pálidas las uñas. Sangre.
Con toda la fuerza de su g.

Si meditamos y somos llenos de piedad
verdadera daremos la degollación como una
de las grandes obras de misericordia.
Misericordia de la sangre ciega que quiere,
siguiendo la ley de su naturaleza,
desembocar en el mar. No hubo siquiera ni
una voz. El jefe de los hebreos atravesó la
plaza para calmar a la multitud.

A las seis de la tarde ya no quedaban más
que seis niños por degollar. Los relojes de
arena seguían sangrando, pero ya estaban
secas todas las heridas.

Toda la sangre estaba ya cristalizada
cuando comenzaron a surgir los faroles.
Nunca será en el mundo otra noche igual.
Noche de vidrios y manecitas heladas.


Los senos se llenaban de leche inútil.

La leche maternal y la luna sostuvieron la
batalla contra la sangre triunfadora. Pero la
sangre ya se había adueñado de los
mármoles y allí clavaba sus últimas raíces
enloquecidas.



    














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