lunes, 23 de febrero de 2015

DESDE MI CALLE





¿QUE PODEMOS HACER POR LOS DEMAS?







 Nos decía el Papa Francisco que «ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás, no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos», porque «es una tentación real para nosotros».
     
 Fácilmente nos ocurre que, enfrascados en nuestras propias preocupaciones, o cegados por nuestro bienestar, tenemos a «Lázaro» en la puerta de nuestra vida, pero no nos damos por enterados. Es necesario que llevemos a la «memoria» los problemas y dificultades de los demás, empezando por los más cercanos, sin olvidarnos del resto. Y preguntarnos: «¿Qué podemos hacer entre tú y yo para aliviar su situación». Nuestra repuesta «peca» a menudo de girar alrededor de «nuestras cosas» (a menudo «pequeñas cosas») y pocas veces nos lleva a tomar decisiones, a «movernos»... dejándolo todo -si acaso- en manos de los demás . 
.  La tentación del desánimo, de no saber qué hacer, de ver que son tantos los que están pasándolo mal, de pensar lo poco que podemos hacer... es grande.

Me viene a la cabeza una historia:
         En una puesta de sol, iba yo caminando por una desierta y tranquila playa.  Mientras andaba, empecé a distinguir en la distancia a una persona que se acercaba. Según se iba aproximando, me di cuenta que era un pescador del pueblo cercano,  que iba inclinándose para recoger algo que luego arrojaba al agua. Una y otra vez arrojaba con fuerza esas cosas al océano.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, observé que aquel hombre estaba recogiendo estrellas de mar, que la marea había dejado en la playa, y que, una por una, volvía a arrojar al agua.
Intrigado y sorprendido por aquel comportamiento, me atreví a saludarlo:
- Buenas tardes, amigo. Venía preguntándome qué es lo que hace usted.
- Estoy devolviendo estrellas de mar al océano. Ahora la marea está baja y ha dejado sobre la playa todas estas estrellas de mar. Si yo no las devuelvo al mar, se morirán por falta de oxígeno.
- Ya entiendo -le dije yo-, pero sobre esta playa debe haber miles de estrellas de mar. Son demasiadas, simplemente. Y lo más probable es que esto esté sucediendo en centenares de playas a lo largo de toda la costa. ¿No se da cuenta de que este es un trabajo inútil, que no merece la pena tanto esfuerzo por su parte, salvando un puñado de estrellas, que no tiene mucha importancia que se salven esas pocas?
El pescador sonrió, se inclinó a recoger otra estrella de mar y, mientras volvía a arrojarla al mar, contestó:
- ¡Para ésta sí que es importante
 Y es verdad. No es un asunto de «números», ni de eficacia, ni de «salvar» a todos. Se trata de «trabajar» nuestra sensibilidad, de quitarle el polvo al corazón individualista y adormilado, de ayudar a que madure nuestra condición de «hermanos».
             
Signos pequeños, concretos. Por ejemplo:                                                                              
  •  Saludar/sonreír con alegría a esas personas que veo a diario.
  •  Un «qué tal» a esa persona que encontramos a menudo en la iglesia o en un banco de la calle... Quizás un «todavía no sé cómo te llamas, a pesar de que nos vemos todos los días».
  •  Poner más atención y escuchar a quien tiene algo que decirnos. Especialmente si es alguien «de casa».
  •  Decir con palabras y gestos «me importas», «te quiero», me alegra verte, te he echado de menos
  •  Escribir un correo, o hacer una llamada de teléfono o una visita... a esa persona que tenemos un poco olvidada, o que está un poco sola....
  •  Estar más dispuestos para «echar una mano», aunque no nos toque, y quizá ni nos la pidan
  •  Comentar algo que nos ha gustado, o nos ha llegado, o nos agrada, un «felicidades», tienes hoy buen aspecto, he pasado un buen rato contigo...
  •  Ser creativos y tener algunos «detalles» por sorpresa, aunque no vengan a cuento
  •  Prescindir de alguna cosa que realmente no necesito y ofrecerla. Cuántas cosas en casa que ni siquiera recuerdo que las tengo, o que no he tocado en tiempo...
No hace falta que alargue la lista. Tú mismo/a puedes hacerlo.

DESDE MI CALLE, que sigue siendo la calle de todos
        

1 comentario:

  1. Amigo Miguel Angel, estamos de acuerdo en que tenemos que aplicar la caridad.Lo he hecho varias veces mandando dinero cuando surgen catástrofes ¿te acuerdas de Nicaragua? Yo era recién casado. Y del "tsunami" en Indonesia, estos y algunos
    más episodios tristes de la vida hemos contribuido a la ayuda de estos pobres desafortunados.
    Existe la otra cara de la moneda y es que, como hay tanto sinvergüenza en el mundo, piensas: ¿llegará a su destino el dinero?.

    Recibe un fuerte abrazo.

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