viernes, 31 de julio de 2015

DESDE MI CALLE




SAN IGNACIO ¿líder o tirano?





Por Borja Vivanco Díaz

PARA EL FUNDADOR DE LA COMPAÑIA DE JESUS, EL LIDERAZGO NO ES UNA CUESTION DE ACAPAR PODER, SINO DE AMAR Y SERVIR.

Al poco tiempo de morir Ignacio de Loyola (1556), su sucesor  al frente de la Compañía de Jesús, el teólogo Diego Lainez, fué recibido por el Papa Pablo IV. En aquel encuentro, el pontífice le sugirió que no emulara el modo de gobernar de Ignaacio porque había sido un "tirano". Sin embargo, aunque Laínez no replicó al Papa, no pudo estar en absoluto de acuerdo con sus apreciaciones. Tal vez, minutos después, mientras abandonaba el Vaticano y se cruzaba con cardenales y obispos, Laínez recordara la carta  que Ignacio les remitió a él y al resto de jesuitas que participaron en el Concilio de Trento. En ella les solicitaba que, a la vez que se relacionaban con las más altas dignidades eclesiásticas, no dejaaran de visitar los "hospitales", donde en aquellos años residían no sólo los enfermos, sino también los más pobres.
  Quienes más conocieron a Iñigo de Loyola nunca hablaron mal de él, como advertía José Ignacio Tellechea Idígoras, el gran historiador de la Iglesia. Tellechea escribió hace ya veinticinco años quizá la biografía más difundida sobre el santo en el siglo XX:"Ignacio de Loyola, sólo y a pie". Hace un año un jesuita donostiarra octogenario, Ignacio Cacho, culminó su trilogía sobre él con un volumen con el sugerente título "Iñigo de Loyola, líder y maestro". Y al mismo tiempo el rector de la Universidad de Deusto, el jesuita azpeitarra José María Guibert, ha escrito un libro bajo el título "Diccionario de liderazgo ignaciano". El actual superior general de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, le entregó en propia mano un ejemplar al Papa Francisco y el eco que está suscitando ha conllevado a que se solicite su traducción a varios idiomas. Esta obra tiene la singularidad de recoger y explicar, de modo sencillo, cien conceptos asociados al estilo de liderazgo que el modo de vivir y el pensamiento de Ignacio de Loyola han inspirado. Creo que ninguna otra propuesta de liderazgo ha sido nunca desglosada en tan elevado número de términos.
  Como vemos, más de cuatro siglos y medio después de su muerte, Ignacio de Loyola  continúa estando de actualidad. No sólo su texto "Ejercicios espirituales" ha sido la obra escrito por un vasco que, con creces, más veces ha sido publicada, traducida a mayor número de idiomas o mejor analizada críticamente.         Comprobamos, a su vez, que en nuestros días otros vascos son capaces de continuar investigando sobre su figura y extraer, de su personalidad y trayectoria vital, lecciones válidas para el mundo de hoy. Además, los "Ejercicios espirituales"  son practicados hoy hasta por calvinistas y son muchos los psicólogos y empresarios que se han interesado por ellos como metodología para el análisis científico de la personalidad. Porque los "Ejercicios espirituales" son un viaje hacia el "autoconocimiento" que facilitan, a quien los experimenta, tomar decisiones  con la mayor libertad interior.
  Con todo, desde los inicios de la Edad Moderna se fué alimentando una "leyenda negra" que ha representado a Ignacio de Loyola como un "tirano". Promotor de una orden religiosa que sometía a sus miembros a una "obediencia ciega" y dirigida a controlar, por medio de los confesionarios, la conciencia espiritual de los reyes y de las clases sociales dirigentes, para - a través de ellos - gozar de una mayor influencia en la sociedad.
  Sin embargo, es del todo injusto  someter a la Compañía de Jesús, y más aún a Ignacio de Loyola, al juicio de la historia de forma tan severa. Ignacio de Loyola nunca ambicionó poder alguno. De hecho, hasta rechazó dos veces ser superior general de la Compañía de Jesús. Acabó residiendo en Roma, la ciudad más influyente de la era del Renacimiento, no para estar en contacto con las más altas  esferas del poder eclesiástico, sino por quedar frustado su sueño de quedarse en Jerusalén.
  Ahora bien, los más críticos con Ignacio de Loyola casi nunca tuvieron acceso a su propia "autobiografía".  Nunca se sumergieeron  en la lectura de sus más de seis mil cartas, en las que Ignacio aclaraba que sus instrucciones podrían adaptarse flexiblemente según lugares, tiempos y personas. Y apenas estudiaron las "Constituciones" de la Compañía de Jesús, por medio de las cuales se propuso organizar, siempre a solicitud de sus compañeros, la misión de una novedosa orden religiosa en rápida expansión. Un instituto religioso que, sin ser una orden capitular, estaba también sujeto a estructuras de corresponsabilidad y tenía, además, la vocación de estar presente en cualquier lugar del mundo, en donde pudiera lograrse el mayor bien al prójimo, porque el bien cuanto más universal más divino. Una orden en la que cada suerior está llamado a ser líder, porque se enfrenta al reto de despertar  la plena confianza entre sus subordinados para que le abran su conciencia  y así poder discernir efizcalmente, con ellos, a qué misión deben ser encomendados  por voluntad de Dios.
  En las últimas décadas, al igual que ocurre por ejemplo con la figura de Jesús de Nazareth, el método histórico-crítico está contribuyendo a recuperar y difundir quíén fue, en realidad, Ignacio de Loyola. Y ésto está facilitando difundir y construir un paradigma  de "liderazgo transformacional", tal vez más ambicioso que cualquiera de los postulados por los modelos de gestión más avanzados.
  No obstante, Ignacio de Loyola, como sus contemporáneos, nunca empleó el concepto de líder. Hoy, por el contrario, seguramente abusemos  de la utilización de éste término y estemos, sin percartarnos de ello,  devaluándolo. En cualquier caso, no hay que saber mucho de Ignacio de Loyola para deducir que, para él, un líder no podría ser quien tiene más posibilidad de acaparar poder, sino quien es más capaz de amar y servir. Evidentemente, a nadie se le puede  escapar que un "tirano" jamás llegaría a éstas conclusiones.

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