viernes, 3 de julio de 2015

PASTORAL: SANTO DEL DIA





VALENTÍN DE BERRIOCHOA: mártir

                      (4 de julio)



Nació el 14 de febrero de 1827. Su familia era muy humilde y vivía del trabajo del padre, que era carpintero. Valentín tuvo que trabajar con su padre para salir adelante. En un ambiente cristiano como el que reinaba en su casa, Valentín cultivó los valores religiosos. Fue monaguillo en las Dominicas de Elorrio. Allí le surgió el deseo de ser dominico. Pero no pudo ver cumplidos sus deseos tan pronto como él hubiera querido: su sitio aún estaba en la carpintería paterna. Por fin, próximo a cumplir los 19 años, inicia sus estudios de Filosofía y teología en el Seminario de Logroño. Pero, a los cinco años de estudios, su padre le dice que no puede seguir costeándoselos. Regresa a casa. Pero los profesores lo reclaman y logran que continúe en el Seminario. Es ordenado sacerdote en 1851. 

Comienza a ejercer el ministerio como sacerdote secular. Pero continúa su ilusión por ser dominico. A los 26 años, marcha al noviciado de Ocaña. En 1856 marcha, con ocho dominicos más, a Filipinas. Llegan allí después de seis meses de travesía. Desde allí, al cabo de unos meses, llega a Vietnam, donde la persecución, la destrucción, las torturas y asesinatos de catequistas y de misioneros eran constantes. Para no perder la sucesión apostólica, el obispo García Sampedro lo elige su sucesor. Valentín acepta, y, a los 31 años, es consagrado Obispo. A los pocos días, el obispo García Sampedro es asesinado. 

A partir de ese momento, comienza una intensísima actividad pastoral de Valentín como Obispo. Es apresado junto a un catequista, el dominico catalán José Almató y el obispo Hermosilla. Cargados de cadenas y uncidos con un collar de madera, son interrogados, torturados, invitados a renunciar a la fe... y condenados a muerte por decapitación. Esto sucede en noviembre de 1861. Valentín tenía 34 años. 

Subrayamos el valor imprescindible del ambiente familiar. También la vocación a la vida consagrada tiene y requiere un ambiente propicio. ¡Cuántas veces los padres (incluso los que se dicen cristianos) no sólo no favorecen un clima oportuno para que germine una vocación consagrada en su familia, sino que ponen también dificultades cuando esta apunta! 

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