miércoles, 26 de agosto de 2015

POEMAS




UN FENIX






Entre cielos oscuros y turbulentos,
mareas de desidia desgastan las costas de mi jardín onírico.
Ni un ave solitaria se posa en los precipios de mi mente.
Vivo en pos de mi majestuosidad innata,
aquel viejo brillo bruñido en mis plumas,
aquella felicidad tan lejana y seductora,
perdida en alguna de las ensoñaciones de mi tortuosa existencia.

La sociedad cambia mientras sobrevuelo la brisa del tiempo.
A pesar de que mundo y generaciones me han visto,
aquellas bestias humanas prefieren ignorarme.
Olvidar la bella caricia de las doradas alas del saber,
el poder blanco vibrando baja la piel y en cada estría sangrante.
Mi presencia es rechazada a donde sea que pose mis ojos.
¿Por qué preocuparse? Demasiado he vivido en mi propio vacío.

Único soy, bendición divina, distinto al resto de la escoria.
Y, sin embargo, día a día, agonizo.
Mi más sutil don es la capacidad de crear,
pero mis creaciones nunca me son suficientes.
Vuelo por sobre mares, nubes y soles;
mas nunca es bastante alto para mí.
Asciendo hasta las deidades, en espirales ambiciosos,
y termino con mi esencia en trágicas caídas.

Así, desde los pozos depresivos que cava mi impacto,
entre torrentes de sangre, fuego y dolor,
vuelvo a resurgir, completando mi ciclo de nunca acabar.
Ni una lágrima piadosa ronda mi semblante,
mis lamentaciones son mudas y secas.
Aún, debo seguir cargando el peso de ésta vida.
No moriré jamás, no le daré el gusto al resto
de sucumbir ante la tentación de Hel.

Quizás encuentre la paz eventualmente. No lo sé.
Más allá de los confines de mi jardín,
alguna rama que sostenga el tallo de mi vida,
y evite que se tuerza en diabólicos ángulos.
Alquien que haya excedido mis patéticos límites
y me enseñe a cuidar de mi frágil ego.
Mientras tanto, seguiré cayendo,
hasta que mis ojos brillen por última vez.


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