domingo, 12 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA HISTORIA - 1




El desastre de annual: Salvajismo puro y duro


La batalla de Annual (episodio conocido en la historiografía española como Desastre de Annual) fue una grave derrota militar española ante los rifeños comandados por Abd el-Krim cerca de la localidad marroquí de Annual, el 22 de julio de 1921, que supuso una redefinición de la política colonial de España en la Guerra del Rif. 
La crisis política que provocó esta derrota fue una de las más importantes de las muchas que socavaron los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII. Así, los problemas generados por Annual fueron causa directa del golpe de Estado y la Dictadura de Miguel Primo de Rivera

Antecedentes 

Artículo principal: Unidades de la Comandancia General de Melilla en junio de 1921. 
El 12 de febrero de 1920 el general Manuel Fernández Silvestre tomó posesión del cargo de Comandante General de Melilla. Con la idea de llegar hasta la bahía de Alhucemas, centro de operaciones de la tribus rifeñas más belicosas, en enero de 1921 empezó el avance para acabar con la escasa resistencia existente. La empresa era arriesgada, ya que los soldados españoles, en su mayoría procedentes de reclutas forzosas, estaban muy poco entrenados, mal pagados y alimentados, pésimamente armados (con fusiles y artillería pesados y anticuados) y peor calzados (abarcas y alpargatas), se desmoralizaban enseguida y tenían verdadero pavor a los rifeños. Había asimismo serios problemas de corrupción tanto a nivel de intendencia y oficialidad como entre la tropa, que vendía sus propios fusiles y municiones a los rifeños. 

Sin embargo, entre mayo de 1920 y junio de 1921 Silvestre protagonizó un espectacular progreso, rápido e incruento: avanzó 130 kilómetros sobre el Rif en un total de 24 operaciones, estableciendo 46 nuevas posiciones sin apenas sufrir bajas;1 ocupó Tafersit, adelantó el frente hasta el río Amekrán y obtuvo la sumisión de las cábilas de Beni Ulixek, Beni Said y Temsaman, llegando a acuerdos con sus cabecillas, ofreciéndoles dinero a cambio de su amistad. Todos en España creían que por fin se alcanzaría la bahía de Alhucemas y finalizaría la sangría de Marruecos. 

Pero tal ilusión pronto se derrumbó de manera cruenta. Silvestre había cometido el error de no desarmar a las tribus rifeñas cuya lealtad había comprado y precisamente por esto, extendió mucho más de lo prudente sus líneas de abastecimiento. Las fuerzas de la comandancia de Melilla se distribuyeron entre nada menos que 144 puestos y pequeños fuertes o blocaos, a lo largo de 130 kilómetros de zona ocupada, con una parte de ellos dedicados, además, a tareas puramente burocráticas. Los blocaos se situaban siempre aprovechando los lugares altos, pero a pesar de que desde estas posiciones se podían dominar amplias zonas, normalmente no había agua, lo que obligaba a ir a por ella con reatas de mulas periódicamente, a veces a diario (conocidas entre los soldados como "aguadas". La distancia entre estos emplazamientos era variable, de 20 a 40 kilómetros, según el terreno, y con fuerzas tan repartidas no era posible hacer frente de manera eficiente a un ataque del enemigo. Las condiciones de los soldados, ya de por sí malas, eran pésimas en los blocaos. Los suministros escaseaban, durante el día hacía mucho calor y por la noche mucho frío. Las ratas y los piojos eran habituales en fortificaciones y campamentos

Así las cosas, en mayo de 1921, el grueso del ejército español estaba en el campamento base instalado en la localidad de Annual. Desde allí Silvestre esperaba realizar el avance final sobre Alhucemas. Entre Melilla y este campamento había tres plazas fuertes separadas unos 31 km entre sí, y en torno a él un anillo formado por otros pequeños fortines, cada uno con una guarnición que variaba entre 100 y 200 soldados. En la costa se habían ocupado las dos posiciones de Sidi Dris, cercana a la desembocadura del río Amekrán, y Afrau, algo más a retaguardia. 
Hasta este punto apenas se había disparado un solo tiro, aunque se guardaban las distancias con las tribus hostiles, y en las pequeñas escaramuzas que se producían apenas sí hubo algunas bajas. 

La ocupación de Abarrán 

Artículo principal: Combate de Abarrán. 
A finales de mayo, una delegación de la cabila de los Tensamán convenció a Silvestre para que cruzara el río Amerkan y estableciera una posición en el monte Abarrán, en contra de las órdenes de su jefe, el Alto Comisario de España en Marruecos, general Berenguer. 


Mapa con los combates entre españoles y tropas rifeñas en Marruecos que dieron como resultado el Desastre de Annual 

Un contingente de 1.500 hombres, al mando del comandante Villar, llegó a la posición la mañana del 1 de junio de 1921, estableciendo una base fortificada. Al mando de la posición quedó el capitán Juan Salafranca Barrio, cuyas fuerzas consistían en la harka amiga de Tensamán, unos 200 policías indígenas y 50 soldados españoles, y Villar se volvió a Annual. Cuando los rifeños comenzaron el ataque a las 18:00, la harka de Tensamán se les unió, así como muchos de los policías rifeños. Los españoles sufrieron 141 bajas,2 incluyendo a todos los oficiales, a excepción del teniente de artillería Diego Flomesta Moya, al que los rifeños dejaron vivo para que arreglase los cañones y les enseñase a usarlos, negándose a ello, lo mismo que a ser curado de sus heridas, y a comer, por lo que murió de hambre en cautividad el 30 de junio. 

Defensa de Sidi Dris 

Decidido por el éxito, Abd el-Krim dirigió entonces sus tropas contra la posición costera Sidi Dris, a la que llegó la madrugada del día siguiente, 2 de junio. Sidi Dris fue asaltada durante 24 horas, siendo rechazados por la defensa realizada por el comandante Julio Benítez Benítez, que tuvo 10 heridos (él mismo incluido), por 100 rifeños muertos.4 

Abd el-Krim gana adeptos 

A pesar del fracaso de Sidi Dris, la toma de Abarrán demostró a los rifeños la vulnerabilidad de los españoles. Abd el-Krim no dudó en exhibir los cañones y el material tomados, convenciendo a los rifeños que unidos podrían derrotar a Silvestre y obtener un gran botín, de modo que en pocos días los efectivos de su harka pasaron de 3.000 a 11.000 hombres. 
Silvestre, creyendo que se trataban de acciones aisladas, no adoptó ninguna medida especial. Ocupó en respuesta Igueriben el 7 de junio de 1921, manteniendo de ese modo una posición adelantada entre Izumma y Yebbel Uddia, con la idea de defender el campamento de Annual por el lado sur. Después marchó a Melilla, para entrevistarse con su superior, el Alto Comisario Berenguer, y solicitarle refuerzos, municiones, víveres para la población y dinero para comprar a los rifeños antes de iniciar la ofensiva final. 

La caída de Igueriben 

El 17 de julio Abd el-Krim, antiguo funcionario de la Administración española en la Oficina de Asuntos Indígenas en Melilla, al mando de la cabila de los Beniurriagel (Ait Waryagar), y con el apoyo de las tribus cabileñas presuntamente aliadas de España, lanzó un ataque sobre todas las líneas españolas. 
Igueriben, guarnecida por 350 hombres bajo el mando del comandante Benítez, el defensor de Sidi Dris, no tardó en quedar sitiada. El 17 de julio Abd el-Krim inició el asalto, y la posición cayó el 22 de julio. Durante cinco días, y a pesar del esfuerzo heroico de tres columnas de refuerzo,5 los españoles habían sido incapaces de auxiliar la posición de Igueriben, fracaso que hizo cundir la desmoralización entre las tropas de Annual. 

La caída de Annual 

Tras estos sucesos se concentró alrededor del campamento gran cantidad de fuerzas rifeñas, mientras que la moral del ejército español caía por los suelos. Al comenzar el asedio de Igueriben había unos 3.100 hombres presentes en Annual. Al cabo de dos días se incorporaron 1.000 más, y dos días después llegaron otros 900 de refuerzo. Así pues, el 22 de julio Annual acogía a unos 5.000 hombres (3.000 españoles y 2.000 indígenas), con una fuerza de combate de 3 batallones y 18 compañías de infantería, 3 escuadrones de caballería y 5 baterías de artillería. Sobre ellos iban a lanzarse unos 18.000 rifeños6 bajo el mando de Abd el-Krim, armados con fusiles7 y espingardas. 

El campamento de Annual disponía de víveres para cuatro días y municiones para un día de combate, pero carecía de reservas de agua. El general Silvestre, consciente de la imposibilidad de defender la posición, acordó con sus oficiales la evacuación del campamento. Sin embargo, a las 3:45 del día 22 llegó un mensaje de radio del Alto Comisario Berenguer, prometiendo la llegada de refuerzos desde Tetuán. Una hora más tarde el general Silvestre comunicó de nuevo a Berenguer y al Ministro de la Guerra, Luis Marichalar y Monreal, su desesperada situación y su decisión de tomar urgentes determinaciones. 

Al rayar el alba tuvo lugar una segunda reunión de oficiales, en la que Silvestre dudó entre la evacuación inmediata y la espera de la llegada de refuerzos. Las dudas se despejaron cuando se tuvieron noticias del avance de tres columnas rifeñas de unos 2.000 hombres cada una. Ante esta información, el general ordenó evacuar, anunciando su intención de replegarse a los fuertes de Ben Tieb y Dar-Drius, posición esta última, que reunía las características para albergar gran cantidad de tropa y con el abastecimiento de agua muy fácil. 
La retirada comenzó a las 11:00 horas: había dos convoyes, uno para retirar los mulos con la impedimenta, y otro para el grueso de la tropa, los heridos y el armamento pesado. Pero para entonces las alturas del norte, que dominaban los caminos de huida ya habían sido tomadas por los rifeños. La gran mayoría de los policías indígenas que las defendían se pasaron al enemigo, matando a sus oficiales españoles.8 De modo que cuando las tropas españolas abandonaron el campamento, comenzaron a recibir disparos. En ese momento comenzó el caos: los dos convoyes de evacuación se mezclaron sin ningún tipo de orden de hombres, mulos y material. En medio de la confusión, los oficiales perdieron el control de la situación. Sin nadie que cubriera su retirada, los hombres trataron de ponerse a cubierto de las balas corriendo hacia delante. Los carros, el material y los heridos comenzaron a ser abandonados; muchos oficiales escaparon ajenos a su deber, y la retirada ordenada no tardó en convertirse en una desbandada general bajo el fuego de los rifeños. 

Algunos oficiales y unidades mantuvieron la calma y lograron ponerse a salvo con un número de bajas relativamente pequeño; pero, en su inmensa mayoría, los soldados salieron a la carrera y en completo desorden. El desastre pudo haber sido mayor si los Regulares al mando del comandante Llamas no hubiesen resistido en las alturas del sur. Ello dio tiempo a los huidos para pasar por el angosto paso de Izumar, evitando así una muerte segura a manos de los rifeños. Los Regulares se replegaron por escalones, retrocediendo monte a través en paralelo a la carretera, sin mezclarse con la riada de soldados en fuga. Silvestre, que aún estaba en el campamento cuando comenzó el desastre, murió en circunstancias no esclarecidas, y sus restos nunca fueron encontrados. Mientras una versión dice que, al ver el desastre, fue a su tienda de campaña y se voló la cabeza, otra versión dice que fue abatido a tiros por los rifeños junto con el coronel Manella y varios oficiales que trataban de defenderse. Una última versión cuenta que sus impropias últimas palabras, dirigidas a sus hombres en estampida, fueron: ¡Huid, huid, que viene el coco...! 

En las cuatro horas aproximadas que duró el desastre murió un total aproximado de 2.500 españoles, a los que hay que sumar los ocupantes, 1.500 en total, de las posiciones de Talilit, Dar Buymeyan, Intermedias B y C, Izumar, Yebel Uddia, Mehayast, Axdir Asus, Tuguntz, Yemaa de Nador, Halaun y Morabo de Sidi Mohamed, todos muertos. Quedaron 492 prisioneros españoles de los que sobrevivieron 326. Algunos de ellos fueron liberados al comienzo de la misión de rescate llevada a cabo, entre otros, por los miembros de la Delegación de Asuntos Indígenas Gustavo de Sostoa y Luis de la Corte Lujan; los demás cautivos fueron liberados finalmente el 27 de enero de 1923, tras las negociaciones llevadas a cabo con Abd el-Krim por parte de Horacio Echevarrieta, a cambio de 80.000 duros de plata. 

Las pocas fuerzas que pudieron salir vivas, bajo el mando del general Navarro, segundo jefe de la Comandancia de Melilla, retrocedieron hasta Dar Drius, posición bien fortificada y con agua disponible. Sin voluntad de resistencia, creyendo que todo estaba perdido, se replegaron hacia Barbel y Tistuin. En la marcha, al llegar al río Igan, se produjo una nueva huida de oficiales, seguida de la estampida de sus tropas. En medio de aquella desbandada, el Regimiento de "Cazadores de Alcántara", 14 de Caballería, mandado por el teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, hermano del futuro dictador, trató de proteger la retirada enfrentándose a las oleadas de indígenas primero con sus ametralladoras y después con sucesivas cargas de caballería. Su sacrificio fue enorme, pues de los 691 jinetes que lo componían, 471 murieron, lo que supuso un 80 por ciento de bajas. Pero gracias a su acción muchos soldados que huían tuvieron tiempo de ponerse a salvo.9 10 El teniente coronel Primo de Rivera recibió a título individual la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar española, y en 2012 el Consejo de Ministros concedió la Laureada Colectiva al Regimiento,11 siendo entregada por Juan Carlos I de España el 1 de octubre de 2012. 

Finalmente, tras seis días de agotadora marcha, alcanzaron el campamento de Monte Arruit, una posición más difícil de defender pero más fácil de socorrer que Dar-Drius. Aquí, los 3.017 hombres de Navarro intentarían recomponerse, pero pronto Monte Arruit fue también cercado, y cortados sus suministros. El 2 de agosto cayó Nador, siendo su guarnición la única que, tras rendirse, fue respetada por los rifeños. Con la caída de esta plaza quedó sentenciado el destino tanto de Monte Arruit como de Zeluán, asediada desde el 24 de julio. Ésta se rindió el 3 de agosto, siendo los supervivientes asesinados, y los oficiales, el capitán Carrasco y el teniente Fernández, quemados vivos.

Navarro desistió de intentar una huida desesperada hacia Melilla, negándose a abandonar a sus heridos. Al agotamiento físico había que sumar la desmoralización de la tropa, en algunos momentos al borde de la insurrección, y la carencia de agua (sólo tenían los bloques de hielo que dos aviones dejaban caer sobre la posición). El 31 de julio una granada destrozó el brazo de Primo de Rivera, que fue operado sin anestesia, y murió el 5 de agosto por causa de la gangrena. Vistas las condiciones, el general Berenguer, Alto Comisario de España en el protectorado, autorizó la rendición formal el 9 de agosto, a pesar de que ese día llegó de la Península un refuerzo de 25.000 soldados. Se pactó con los rifeños la entrega de las armas a cambio de respetar la vida de los soldados. Una vez aceptadas las condiciones por los hombres de Abd el-Krim, los españoles salieron de la posición y amontonaron sus armas. Los heridos y enfermos comenzaron a alinearse en la puerta del fuerte, preparándose para la evacuación. Pero cuando se dio la orden de partir, los rifeños atacaron a los indefensos españoles, degollando a casi todos. Sobrevivieron 60 hombres de los 3.000 que se refugiaron allí, y salvó la vida el general Navarro de casualidad. Tiempo después fueron canjeados. Los cadáveres quedaron insepultos hasta la reconquista de la posición varios meses después. 

En total perecieron cerca de 20.000 soldados españoles 

Muchos supervivientes que hubo en batalla y quedaron heridos sucumbieron ante los musulmanes, murieron de forma atroz, a algunos les secaron las tripas y los ahorcaron con sus mismos intestinos, a otros les sacaron los ojos, a otros les cortaron los genitales y les obligaron a comérselos, a otros les arrancaron la piel de la cara, múltiples mutilaciones de brazos y piernas, los que tuvieron más suerte fueron decapitados al instante. 

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