domingo, 12 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA HISTORIA - 2





LA VENGANZA ESPAÑOLA 

El golpe moral que había supuesto para España el desastre de Annual, afectó de forma determinante a la opinión pública, al ejército, a la clase política, e irreversiblemente a la Monarquía. En palabras del historiador José Luis Manrique Fernández: "El desencanto y frustración llegó a cotas equiparables a las que el pueblo español había sufrido con la pérdida de sus últimas colonias de ultramar veinte años antes." El 13 de agosto de 1921 Antonio Maura se vio obligado a formar su segundo gobierno nacional, situando a un civil, Juan de la Cierva en el Ministerio de la Guerra. Se organizó, con más presteza que efectividad, una fuerza de aproximadamente unos 160.000 hombres, dirigida por los generales Berenguer, Cavalcanti y Sanjurjo que debían cruzar el estrecho de manera inmediata. Desde Melilla se iniciaron las primeras acciones de reconquista que permitieran recuperar parte del territorio perdido a la vez que aseguraran la plaza española de cualquier nuevo intento de tomarla por parte de los rifeños. Desde mediados de septiembre de 1921, hasta principios de enero de 1922, se recuperó la línea de Dar Drius, sobre el Uad Kert. Nador, Zeluan y Monte Arruit fueron reconquistados, en este último lugar las tropas españolas pudieron contemplar horrorizadas lo que fue la matanza de aquella posición española ya que encontraron los cadáveres desperdigados por el área e insepultos. 

Aunque las operaciones militares de reconquista se producían con sumo tacto y mucha precaución resultaba evidente que la situación de España, y en especial, de la Comandancia de Melilla, había mejorado en relación a meses atrás. El ejército español contaba con una más que interesante fuerza aérea -unos 200 aparatos- que habían sido adquiridos rápidamente (algunos de ellos gracias a la donación popular) y que fueron muy útiles cuando los rifeños asediaron la posición de Afrau. Se habían abierto contactos diplomáticos al más alto nivel con Gran Bretaña y Francia para conseguir de esos países material naval y carros de combate que pudieran ayudar al desarrollo de la campaña de Marruecos. En definitivas cuentas, lo que no se hizo en su momento y que debía haberse realizado tanto en el plano político como en el militar, se estaba haciendo ahora. 

El 13 de septiembre de 1923 el general, capitán general de Cataluña, Primo de Rivera dio un golpe de Estado, que sería más o menos respaldado por el soberano. Como suele ocurrir en estas circunstancias, el general alegó la necesidad de concluir con la política parlamentaria. En su manifiesto se apuntaba que los rebeldes querían: "Libertar a España de los profesionales de la política, de las desdichas e inmoralidades que empezaron en el año 98 y amenazan a España con un fin próximo, trágico y deshonroso..." 

Sin embargo el complot militar no podía engañar a nadie y, aunque en la forma pudiera contemplar diversas causas, en el fondo no era más que una desesperada maniobra para tratar de desmontar el Expediente de la Comisión de Responsabilidades del Parlamento, Comisión -compuesta de 21 miembros- y que con los informes del Expediente Picasso tenía que depurar las acciones resultantes del Desastre de Annual de 1921. En las investigaciones efectuadas salían a relucir las ineptitudes de los mandos, sus abusos de poder con la población rifeña, su vida licenciosa en Melilla mientras la tropa se pudría en los blocaos, el hinchamiento de los estadillos de tropa (la nómina de los soldados) para general beneficios en las unidades, la huida de los mandos abandonando a sus hombres, su retirada de insignias para confundirse con la tropa, el mal adiestramiento de la soldadesca, las carencias de pertrechos y armas, los casos de corrupción, la mala planificación militar a la hora de montar una red de fortines, la ineficaz selección de tropas indígenas... La Comisión, que ya había concluido su trabajo, tenía que fallar el 20 de septiembre, habiéndose producido el levantamiento el día 13 del mismo mes. Y para que todo quedara bien atado, tiempo después el Gobierno militar publicó una amplia amnistía que beneficiaba especialmente a los implicados en la derrota de Annual. 

El problema de Marruecos, aun sin resolver, ponía de manifiesto la imposibilidad de reducir la acción dictatorial a los noventa días que en un principio Primo de Rivera había apuntado para solucionar los problemas de España (que ya era mucho apuntar...). Entre los militares había una duda ciertamente preocupante, si bien la recien instaurada Dictadura había asegurado en diferentes ocasiones que uno de sus principales objetivos era el de acabar con la guerra en África, muchos sectores castrenses temían que adoptara la posición abandonista, que tanto había defendido Primo de Rivera antes del golpe. 

La visita al Protectorado por parte de Primo de Rivera, en Ben Tieb, logró convencer definitivamente al dictador de que la opinión unánime de los mandos españoles era contraria a abandonar el Protectorado. Carlos Seco Serrano apunta: "Lo cierto es que después de aquel encontronazo -que a punto estuvo de acabar mal, a no ser por el temple y energía de que siempre supo hacer gala el marqués de Estella, y por el respaldo que para él significaba la presencia de su incondicional Sanjurjo- el dictador mantuvo intacta su primitiva idea." Finalmente y pese a la resistencia que encuentra, el propio Primo de Rivera insiste en su plan de repliegue, se responsabiliza de su desarrollo y se hace cargo del Alto Comisariado. 

El repliegue de Xauen resulta especialmente complicado, en su camino hasta Tetuán los españoles son atacados constantemente por los rifeños, Castro Girona en vanguardia y Franco en retaguardia defienden la columna que llega a su destino con unas 2.000 bajas. 

El cabecilla Abd-el-Krim por su parte, se había convertido en aquellos precisos momentos en el señor absoluto de su República del Rif, la retirada de los españoles espoleó su animo y esperanzas pero las circunstancias, como veremos a continuación, le hicieron cometer un error; convencido de su victoria frente a los españoles comenzó a hostigar las posiciones francesas, consiguiendo importantes victorias frente al ejército galo, ejército que se mostró absolutamente incapaz de resistir las acciones del jefe rifeño por el Protectorado francés. 

El historiador Raymond Carr escribe en relación a estos acontecimientos: "En 1925 la posibilidad de una acción militar conjunta alteró las perspectivas. Francia y España nunca habían cooperado en Marruecos y la frontera entre ambos protectorados era una tierra de nadie desde donde las kabilas amigas abastecían de cereales a la republica de Abd-el-Krim. En la primavera de 1925 la penetración francesa por esa tierra de nadie obligó a Abd-el-Krim a atacar las líneas francesas. Los franceses sufrieron aplastante derrota y sus puestos avanzados se libraron del desastre por muy poco. Antes de condenar al ejército español por sus derrotas en Marruecos en 1921 hay que recordar los desastres franceses de 1925, que conmovieron todo el edificio del protectorado y que llevaron las partidas merodeadoras a menos de treinta kilómetros de Fez. [... ] Abd-el-Krim no deseó nunca la guerra con Francia; todo su odio, y el del "nacionalismo" rifeño, se concentraba contra España. Ahora se encontraba ante una guerra en dos frentes. Esta fue la base de la segunda rectificación marroquí de Primo de Rivera: de la actitud defensiva pasó a la idea de derrotar definitivamente a Abd-el-Krim." 

Finalmente Francia, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos en África y especialmente ahora que veía amenazados sus intereses, pidió una reunión inmediata con las autoridades españolas para entre ambos tratar de acabar con el problema que Abd-el-Krim estaba generando en ambos Protectorados. 

En la reunión, producida en Algeciras el 22 de junio de 1925, España y Francia acuerdan desarrollar una ofensiva común en Marruecos. Los objetivos que se persiguen con este acuerdo son: aislar a los rebeldes para que no siembren su descontento a otras zonas que hasta ese momento se mantienen fieles al Sultán y privar al enemigo de todo posible recurso que pueda facilitar las acciones de los hombres de Krim. 

Para que la labor de vigilancia continúe y sea cada vez más eficaz entre España y Francia se establece que se creen oficinas conjuntas de enlace en la zona de protectorado vecina. 

En la Conferencia presidida por Primo de Rivera y el Mariscal Petain, se decide también poner en práctica la neutralidad de la ciudad de Tánger (hasta ese momento más teórica que real), para evitar que pueda servir de cuartel general de los rebeldes. Ambos países se conceden el derecho de perseguir a los insurrectos en los territorios ajenos, así como el de sobrevolarlos. 

Otra decisión se acaricia también en esta reunión, la de una acción militar directa en tierras del Rif español, un desembarco en alguna zona que asegurara una amplia zona en territorio hostil y que sirviera para dominar la kabila de Abd-el-Krim. El 30 de marzo de 1925 se ocupa el puerto de Alcazarseguer en un desembarco anfibio bajo el mando de Franco. Esta acción no dejaba de ser el ensayo para lo que se prevee que debe ser una acción militar determinante para el curso de la guerra. 

El 30 de abril del año 1925 se muestra al general Primo de Rivera un plan de operaciones definitivo que tiene como base el desembarco en la Bahía de Alhucemas. Los medios navales y aéreos debían ser básicos para que la operación concluyera correctamente, el desembarco debía estar perfectamente planeado para conseguir el efecto de sorpresa deseado. Se hizo un somero estudio geográfico de la zona y se llegó a la conclusión que, aunque militarmente el lugar era estratégico, podía ser complicada su topografía para un ataque como el que se planeaba ya que por su orografía Alhucemas podría ser fácilmente defendida por los rifeños. 

En total se contaron con 162 aviones de los aproximadamente 300 posibles para actuar en la operación militar sobre territorio rifeño. Como por cuestiones técnicas el estudio del terreno no podía ser recogido por la aviación convencional se pensó como solución al problema que diferentes globos cautivos amarrados a los barcos cumplieran la labor de espías, gracias a ellos se configuraron una serie de mapas que pudieron tener una cierta utilidad a las tropas españolas. 

A las respetables fuerzas navales españolas había que sumársele las recientemente compradas barcazas de desembarco tipo K que ya habían actuado en una operación de características similares en los Dardanelos durante la Primera Guerra Mundial. 

Las fuerzas navales españolas contaban con una potencia de fuego de 190 piezas de artillería, de las cuales por lo menos 30 eran de gran calibre, a ellas había que añadir las 24 con las que contaba el islote de Alhucemas con obuses de 155, cañones de 7,5 que debían apoyar la operación anfibia. 

Pocos días antes de la fecha fijada para el desembarco hubo un encuentro entre militares franceses y españoles para acabar de perfilar cualquier posible problema derivado de la operación. Como la misma debía de transcurrir en la zona del Protectorado español se consideró que lo más lógico debería ser que fuera a España a la que le correspondiera el mando táctico. Francia no aportaría hombres a la acción pero si apoyo logístico -barcos, aviones...- Finalmente se confirmo la fecha, 7 de septiembre y la hora, a las 04.00 horas. 

La operación fue encomendada a las brigadas de los generales Saro y Fernández Pérez, bajo el mando supremo de Sanjurjo, requirió un despliegue naval en el que participaron los acorazados JAIME I y ALFONSO XIII, y los cruceros REINA REGENTE, BLAS DE LEZO, MÉNDEZ NÚÑEZ y EXTREMADURA (a más de destructores, torpederos, cañoneros, guardacostas, buques menores etc); Francia envió el acorazado PARÍS y el crucero STRASBOURG. El principal objetivo de los aliados era ocupar una base de operaciones para permitir la maniobra de un cuerpo de unos 20.000 hombres desde la playa de la Cebadilla hasta Adrar Seddun. 

Durante los últimos días de agosto se concretaron en las bases navales de Ceuta y Melilla las operaciones de avituallamiento de las unidades que deberían entrar en combate. El día 5 de septiembre el mando español cursó una orden a sus plazas africanas, al atardecer comenzaron a embarcar tropas españolas que, partiendo desde Ceuta aquella misma tarde, hicieron una maniobra de despiste para hacer creer a las rifeños que el desembarco iba a producirse cerca de Uad Lau, otra pequeña escuadra, esta vez procedente de Melilla, realizaba al mismo tiempo maniobras de castigo y distracción en Sidi Dris. 

Krim, conocedor de que tarde o temprano los españoles y franceses tomarían la iniciativa decidió sorprenderles con un ataque a sus posiciones en el Protectorado con la esperanza que eso les haría retrasar sus operaciones en la costa, sin embargo su ofensiva fue en vano y sus tropas fueron rechazadas. 

Las fuerzas navales se concentraron frente a Alhucemas la noche del 6 de septiembre, los últimos preparativos fueron realmente desastrosos ya que los barcos se acercaron demasiado a la costa con las luces encendidas y con los hombres embarcados cantando a pleno pulmón. 

En condiciones normales o frente a un ejército regular el elemento sorpresa hubiera quedado aquella misma noche eliminado, no ocurrió lo mismo con los rifeños. 

Posteriormente una fuerte corriente marina, ya que a nadie se le ocurrió hacer un estudio sobre las mismas, arrastró hacia Vélez de la Gomera a gran parte de las lanchas de desembarco, lo que obligó a retrasar 24 horas más el momento de la llegada a tierra del cuerpo expedicionario. El día 7 por la noche las corrientes volvieron a diseminar de nuevo a la flota. El alto mando español decidió entonces atacar la mañana del día 8, a plena luz del día. 
Desde las ocho de la mañana del día 8 de septiembre de 1925 se empezó a concentrar en el lugar del desembarco un tupido fuego artillero, al mismo tiempo escuadrillas de aviones sobrevolaron el área lanzando continuamente su carga de bombas. El historiador Henry Parker, testigo desde uno de los barcos españoles, asegura: "El fuego llegó a ser tan nutrido y constante que toda la zona se convirtió en una enorme hoguera. El sonido era atronador y por todas partes se levantaban columnas de humo y llamas." 

Poco antes del mediodía se da la orden de que las barcazas de desembarco comiencen su asalto, fruto de la falta de previsión, las corrientes arrastraron a las lanchas hacia un lugar donde no estaba prevista la maniobra, esa parte de la costa de carácter rocoso no permitía que las barcas se acercaran lo suficiente por lo que los soldados tuvieron que avanzar con el agua hasta el cuello -algunos no murieron por balas rifeñas sino simplemente ahogados-. En esta primera operación y debido a la distancia que los separaba de la costa los carros de combate no pudieron entrar en acción. 

Los rífenos contaban en la zona con unas catorce piezas de campaña de 70 y 75 mm, en su mayor parte procedentes de las capturadas a los españoles tras el Desastre de Annual y manejadas por instructores y mercenarios extranjeros (pagados con el dinero que se había conseguido por el rescate de los prisioneros españoles). 

Poco después y gracias al trabajo de la aviación la playa de la Cebadilla pudo ser despejada de las resistencias rifeñas, allí comenzaron a llegar gran cantidad de hombres unos 10.000- y material (esta vez en condiciones normales de lo que debe ser un desembarco) y por fin entraron en acción los carros de combate Renault FT modelo 1917 (con algunas variaciones). Carlos Seco Serrano escribe: "Desembarcadas las tropas españolas en la playa de la Cebadilla la acción, en la que tuvieron especial lucimiento los Legionarios de Franco y los Regulares de Muñoz Grandes, fue coronada por un éxito completo; y el despliegue que siguió a la ocupación de Alhucemas quebrantó todos los intentos de resistencia mora." 

A medida que transcurren las horas las tropas españolas, siempre apoyadas con las acciones de la aviación y del fuego de cobertura desde los barcos, comienzan a coronar las alturas que protegen las playas de la Cebadilla, Ixdain y Los Frailes. 

Es ese el momento en el que el mando español ordena que avance la segunda oleada del ataque, 10.000 hombres más se preparan a desembarcar en las playas, esas tropas servirían para consolidar las posiciones que la primera oleada había conseguido conquistar. 

Finalmente al caer la tarde el frente se ha estabilizado definitivamente, los rifeños han sido arrojados de sus posiciones o bien muerto por el fuego aliado. 

Por la noche se produce un nuevo desembarco de tropas que llegan a tierra para proteger los flancos de un eventual contraataque por parte de las tropas de Abd-el-Krim. Al día siguiente nuevas tropas llegan a fortificar las posiciones tomadas. El desembarco, en resumen, resulta haber sido un éxito y es un paso decisivo para acabar con Krim y concluir la guerra del Rif. 

Ocho días más tarde, Primo de Rivera y el general Sanjurjo reciben un gran homenaje en Melilla y el día 9 de noviembre el dictador deja la Alta Comisaría, colocando a Sanjurjo en su lugar. Raymond Carr señala: "Con la derrota de Abd-el-Krim se produjo la última rectificación de la estrategia de Primo de Rivera: de la política de control y la penetración pacífica pasó a la ocupación militar. Con el triunfo de la política maximalista del ejército se cerraba el ciclo. Y ello, no porque Primo de Rivera fuese débil o se sometiera a la presión militar, sino porque los acontecimientos, y sobre todo la posibilidad de cooperación militar entre Francia y España, habían hecho posible una política que en 1923 consideró con razón peligrosa y por encima de la capacidad de España. En 1923 fue lo bastante valiente como para imponer sus ideas al Ejército de África. En 1925 asumió sin miedo la responsabilidad directa de una operación directa combinada. En 1927 volvió a ocuparse Xauen y se pacificó el Protectorado. Primo de Rivera se había ganado en buena lid el premio al coraje."

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