Las represalias contra los partisanos griegos, muy activos, fueron atroces
Pero la alegría no dura mucho en la casa del pobre. Hitler, por entonces enfrascado en sus preparativos para invadir la Unión Soviética, no podía permitirse dejar abierto el frente griego y ordenó el envío de sus divisiones hacia el sur. Debilitadas por el combate con los italianos, la resistencia de las tropas helenas a la maquinaria de guerra de la Werhmacht apenas duró un mes. Los alemanes, que habían cruzado la frontera el 6 de abril de 1941, izaban su bandera en la Acrópolis el día 27.
Mucho se ha especulado sobre lo que representó para el Eje la fallida invasión italiana de Grecia. "De no ser por ese contratiempo, que retrasó su entrada en la URSS, es muy posible que los nazis hubiesen tomado Moscú antes de la llegada del invierno y la historia hubiese sido distinta", observa el historiador Mees. La controvertida cineasta Leni Riefenstahl contaba en sus memorias que Hitler le confesó algo parecido: "Habríamos conquistado Leningrado y Moscú. No hubiese habido ningún Stalingrado".
Vuelta al trueque
Una vez ocupado, el país fue dividido en tres zonas que quedaron bajo dominio de Italia, Bulgaria y Alemania. "Los nazis se reservaron la explotación de los bienes en las tres demarcaciones y, además de desmantelar la industria, se incautaron de todas las cosechas", relata el historiador. La requisa de alimentos, unida al bloqueo marítimo que ejercían los aliados, dio como resultado una de las mayores hambrunas registradas en Europa. Se calcula que en el invierno posterior a la ocupación nazi fallecieron unas 300.000 personas por falta de alimentos.
La política de rapiña generalizada se hizo aún más patente en 1942, cuando los nazis obligaron al Banco de Grecia a suscribir un préstamo de 476 millones de marcos para financiar los gastos de la ocupación, es decir, los suministros y las pagas. La impresión masiva de dracmas para satisfacer las demandas de los ocupantes trajo como resultado una inflación astronómica y la práctica desaparición del sistema monetario. Se volvió al trueque y el oro se hizo imprescindible para cualquier transacción de cierta envergadura.
Pero el desmoronamiento de la economía fue la menos grave de las secuelas de la ocupación. Los búlgaros, que como buenos vecinos siempre habían reclamado parte del territorio griego, implantaron en su demarcación una política de asimilación que se tradujo en la expulsión de los funcionarios, el cierre de escuelas y la prohibición del idioma. La consiguiente insurrección se saldó con un castigo feroz: el Ejército búlgaro borró del mapa aldeas enteras.
Los búlgaros se limitaban a copiar los métodos de los nazis, que llevaron a cabo una política de tierra quemada en represalia por las acciones guerrilleras. Los partisanos griegos, muy activos, se convirtieron en una pesadilla para los ocupantes: saboteaban vías de comunicación, robaban suministros en audaces golpes de mano y se anticipaban a los movimientos de los nazis gracias a su conocimiento del terreno. Los alemanes reaccionaron con una inusitada ferocidad y llevaron a cabo acciones "ejemplarizantes" que se tradujeron en el asesinato de poblaciones enteras. Nombres como Kommeno, Distomo, Kalavrita o Ligiades se hicieron merecedores de un espacio en la historia de la infamia después de que sus habitantes fuesen ametrallados sin distinción de sexos o edades.
Los nazis se retiraron de Grecia en 1944. Se estima que medio millón de griegos perdieron la vida en la ocupación. "Así como hay plena conciencia de otras muchas barbaridades del régimen nazi, Alemania ha tardado en reconocer las atrocidades que se perpetraron en Grecia", reflexiona el historiador Ludger Mees, que admite que en su país natal no hay una memoria muy sólida de lo que allí ocurrió. "Puede que hayan faltado reflejos, es cierto, pero eso no justifica que el Gobierno griego envenene las relaciones entre los dos países con la amenaza de una demanda que, si alguna vez llega a formalizarse, traerá muchos más inconvenientes que ventajas a ambas partes".
Tropas nazis izan su bandera en la Acrópolis de Atenas, en abril de 1942. Los griegos resistieron a los italianos, pero no pudieron con la máquina de guerra alemana.
La quita de la deuda alemana
La reclamación griega contra Alemania colisiona con los compromisos que adquirió en 1953 como firmante del Acuerdo de Londres. El pacto, suscrito por 25 países, canceló buena parte de la deuda germana. Se buscaba no repetir los errores cometidos tras el fin de la I Guerra Mundial (Tratado de Versalles), que estuvieron en el origen de la llegada al poder de los nazis. Eran además los tiempos de la Guerra Fría y a Occidente le interesaba una Alemania fuerte capaz de contener el expansionismo soviético.
La quita de la deuda, unida a las ayudas del llamado Plan Marshall, propició el despegue económico de la posguerra y sentó las bases de la prosperidad que disfruta hoy el país. 8 de cada diez judíos que vivían en Grecia murieron durante la ocupación alemana. Especialmente sistemática fue la aniquilación de la comunidad israelí de Tesalónica, en la que había gran presencia de sefardíes, descendientes de los judíos expulsados de España en 1492 que conservaban el idioma -el ladino- y las costumbres. De los 60.000 que había en 1935, quedan hoy 1.300.
P.D.: Artículo de Borja Olaizola publicado en EL CORREO
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